jueves, 13 de diciembre de 2012

Ésta fue a Búsqueda 13 de diciembre

Inmoralidad
El Poder Ejecutivo dice que con el Fondes puede revivir empresas privadas que quebraron, convirtiéndolas en exitosas cooperativas de sus trabajadores.

La cooperativa es una forma de gestión poco eficiente. Supongamos tres pescadores en un bote. En el sistema de propiedad privada de lo pescado, aunque se haya pescado suficiente para cubrir las necesidades alimenticias de cada uno, todos los pescadores tendrán incentivo para seguir pescando, aun cansados y sedientos,  porque cada nuevo pescado es un ingreso para él. En el mismo ejemplo, pero con sistema cooperativo,  el esfuerzo de trabajar más es igual que en el primer caso, es igualmente costoso para cada pescador, pero le deja a cada uno apenas un tercio del beneficio de la venta del pescado.

Es claro que el segundo sistema llevará a menos esfuerzo.

Entonces: el Poder Ejecutivo ve que quebró una empresa dirigida por alguien que se especializó en dirigir empresas y tuvo todo el incentivo para hacerlo bien, pero cree que esa empresa, sin cambio de rubro, sin modernización que los cooperativistas no pueden financiar, en suma sin cambio relevante alguno más que en la propiedad,  será exitosa si está dirigida por los que ganarán una fracción pequeña de las ganancias (digamos un centésimo de ellas si hay cien empleados), no tienen el menor entrenamiento gerencial y bien pueden tener estrategias comerciales y necesidades personales diferentes de las del “compañero” de al lado, que tiene igual derecho a opinar.

Ya lo vemos en el disparate de “Air Pluna” donde los pilotos ya dicen que quieren mandar ellos mientras todos los demás los miran con cara de “che, contame, qué relación tiene saber manejar un avión con saber dirigir una empresa”?

Nadie con un gramo de seso puede creer que esto va a funcionar.

Los políticos frenteamplistas tienen muchos, muchísimos, gramos de seso –de lo contrario no serían “El Favorito” para ganar la próxima carrera electoral con la monta de un jockey llamado Vázquez Sendic.

Por tanto, lo que está haciendo el Fondes es gastar plata de los uruguayos –de quién son las ganancias del BROU, “el banco de los uruguayos”?- para promover la próxima victoria electoral del Frente, con subsidios varios que empezaron con Alur, con indecencias como la de Empalme Olmos, y ahora van a seguir con los 30 millones que quiere Air Pluna. Pa' empezar.

Será inmoral? Qué te parece?

Cordialmente
Jaime Mezzera
CI 793192-3

lunes, 12 de noviembre de 2012

Olesker enojado con los blancos


ESTE FUE A BUSQUEDA EL LUNES 12 DE NOVIEMBRE

Estimado señor Director:

el Cr. Olesker se refirió recientemente a los resultados logrados desde 2005 en materia de "pobreza, indigencia, desigualdad, empleo, informalidad, salario real y salarios mínimos”,  calificándolos como de gran magnitud y agregando datos que calificó de "contundentes". Con orgullo resaltó el aumento del gasto en salud y educación.

En Facultad estudiamos la diferencia entre insumo y producto: insumo es lo que uno gasta para lograr algo; y producto es lo que en efecto logra. Se estudia en profundidad ese tema crucial, basándose en los trabajos del economista ruso Vassily Leontief –premiado, por ellos, con un Premio Nobel en 1973. Estos dos gobiernos uruguayos gastaron más que nadie en salud y educación -el insumo fue enorme-, pero los resultados que se logran hoy dan vergüenza comparados con los que se obtenían en la historia del Uruguay –el producto no fue pequeño sino negativo.

Parafraseando aquello que contaba Clinton, hoy decimos “es la matriz de Leontief, contador!”.

En otros temas, el Cr. Olesker, enojado con los blancos y comparando con el gobierno de aquéllos, usó datos de cambios desde 2005… cuando hacía más de una década que terminara el gobierno blanco y habían ocurrido las no Siete pero sí Varias Plagas que le tocaron al último Gobierno pre Frente.


Además de su atemporalidad, las cifras oleskerianas son erradas porque se basan en el indicador errado, en este caso la Encuesta de Hogares. La nuestra es una de las mejores del continente pero, como todas las del mundo, no logra captar el ingreso de los ricos porque éstos usualmente no dan información alguna o, si lo hacen, declaran una porción ínfima. Pero la nuestra sufre además el efecto de un cambio social muy grande: en los últimos años miles de familias de entre las más pobres dejaron sus viviendas urbanas y se fueron a vivir en asentamientos. Como la Encuesta se basa en el último Censo, el de 2004, todos aquellos pobres que por entonces vivían en el barrio Tal y ahora están en la población Cual, no son encontrados por el encuestador y la ausencia de sus datos de pobreza mejora todos los promedios.

Entonces, señores, si no se puede medir el ingreso de los ricos ni el de los pobres, cómo se puede hablar de cambios en la distribución del ingreso?

Debe haber disminuido mucho la indigencia y algo la pobreza porque para eso está el MIDES, cuyos subsidios durarán lo que los vientos externos favorables que han permitido al gobierno inflar sus presupuestos como nunca antes.

Finalmente, es cierto que los salarios han subido muy por encima de la productividad. Y esos altísimos salarios reales son los que cada día más dificultan la producción transable y nos convierten en una pequeña sociedad incapaz de exportar su trabajo –sólo exportamos la fertilidad de nuestra tierra- donde un tercio de la población subsiste vendiéndose mutuamente pequeños servicios y pequeño comercio.

Y hasta ahí llegará la magia, señores: desperdiciaron la bonanza, multiplicaron el endeudamiento, no crearon fuentes de empleo estable y bien remunerado y en consecuencia serán recordados por haber concretado el peor manejo económico de la historia de esta República.
 

ESTE ME TIENE ATORADO DESDE QUE EMPEZO LA CRISIS EUROPEA

Algún día te vas a avivar…

Hay gente que sigue creyendo que las mesas que fueron de cuatro patas pero les cortaron una, pueden seguir paradas en tres de las cuatro originales, como lo intentaron España, Grecia, el Sur de Italia… y el Uruguay.

Los europeos que están en las cuerdas –alguno de ellos K.O.- son los que creyeron que podían olvidarse del rol crucial que juega el tipo de cambio como “piso” en que se asienta la competitividad y así emparejar la cuenta corriente con servicios vendidos en verano a los trabajadores ricos de países industriales. Cuando los asalariados de las industrias de Alemania -y de los demás europeos que no se olvidan de las cuatro patas de la mesa- no fueron a veranear a las islas griegas, a la Costa Azzurra y a la Costa Brava, los países que creyeron en la venta de servicios a los asalariados de las industrias de países vecinos, oyeron el cantito de “algún día te vas a avivar…”

Eso lo vamos a oír nosotros este verano y después lo vamos a ver reflejado en la cuenta de del balance comercial… y algunos uruguayos pensantes confirmarán que un país con sólo tres sectores -agropecuario, público y de servicios- … no anda!

Ya estoy oyendo a alguno que pregunta “exportar… qué?” y yo le contesto, “a usted se le había ocurrido exportar soya? No? Ah!, porque ése es el rol de los empresarios privados, descubrir qué es lo redituable, una vez que el Estado les haya fijado condiciones económicas viables”.

Algún día tendremos un gobierno que sepa economía y se dé cuenta que con el tipo de cambio bajo y sólo tres sectores viables el país no subsiste, la gente tiene empleos misérrimos, y ésa es la política económica más reaccionaria porque es la que genera la diferencia creciente en los niveles de vida, la fractura social y la profundización de la pobreza.

ESTE FUE A BUSQUEDA Y EL OBSERVADOR A MEDIADOS DE SETIEMBRE PERO NO LO PUBLICARON

Contrariando la lógica y la ética, mucho le sirve a Mujica el “como te digo una cosa, te digo la otra” porque ante cualquier barbaridad suya, nos encogemos de hombros o aun repetimos el sonsonete, como cuando Vázquez quería más y mejor Mercosur. Cada uno con su cantito.

Ya uno ni se acuerda de aquella idea de “traer” campesinos ecuatorianos a trabajar en el Norte del país. Era un disparate porque los campesinos ecuatorianos tienen mejor poder adquisitivo que los nuestros. Mujica lo sabe pero a veces le conviene repetirlo, vaya uno a entender por qué.

Y de las promesas de campaña, alguien se acuerda? En 2012 habría 50 medidas…

No gobierna, divaga. Inventa cosas y se desdice. Tira “bolazos” y después los niega. Inventa conspiraciones de la prensa. Agrede hoy y acaricia mañana. Insulta periodistas y no se excusa. Lanza hoy una propuesta disparatada y mañana sale con otra.

Y miente, como una vez más quedó claro en el caso de las coimas en la CARP, como en la falsedad de la acusación que hizo, por más que haya sido por interpósita persona, sobre las causas de la cesación de la Ministra Muslera, como en los vericuetos que arman para tapar la realidad de Pluna y de la sumisión ante la prepotencia de la barrabrava peronista, como cuando dice que los problemas de la educación, la salud y la violencia vienen de “la herencia maldita”, como tantas otras que ocuparían demasiado espacio…

Nixon no gobernaba mal pero no le perdonaron mentirle a su pueblo. No me gusta la forma yanqui de hacer política, pero en esto de las mentiras, tienen razón. Aquí, en cambio en estos días se dice que al MPP le fue mal en la elección porque no estaba Mujica… Quién nos entiende?

Agradezco al señor Director.

Jaime Mezzera

793.192-3

domingo, 26 de agosto de 2012

El mercado de trabajo

Del mercado de trabajo se dice que la tasa de desempleo abierto es baja y que hay gente que gana poco. Hay millares de excluidos de los beneficios del crecimiento, pero ello casi nunca se vincula al mercado laboral.
Primero,  basarse en el mercado de trabajo es crucial en una estrategia socio económica para mejorar la distribución del ingreso y terminar con la segregación social.
Segundo, poco desempleo y bajo ingreso a menudo van juntos: si en una familia nadie gana ni cerca de lo necesario para que la familia sobreviva, entonces todos tienen que trabajar en lo que puedan, aun por pesitos, para ayudar a “parar la olla”. Es la historia de décadas de migración desde zonas rurales donde todos trabajan ganando muy poco, hacia ciudades donde se gana tanto más cuando uno tiene empleo que se puede salir bien parado aunque se sufran períodos de desempleo.[1] En otras palabras, es la proliferación de los “diezmilpesistas” y malabaristas de esquina lo que explica en gran medida la baja tasa de desempleo abierto.
Tercero y mucho más importante, exportar bienes primarios sin procesar o con mínimo procesamiento, genera enormes ganancias para los dueños de la tierra que ha quintuplicado su valor y el monto de sus arrendamiento, tanto como para quienes explotan tierras arrendadas. También provee empleos mejores que nunca para ingenieros agrónomos, veterinarios y otros técnicos asociados a la modernización. Es muy probable que otros trabajadores agropecuarios se hayan beneficiado también.
Todo ello quizá llega a ser algo así como un 10 por ciento de la población, porque ésta es urbana en casi 95 por ciento.
En las áreas urbanas donde viven y trabajan casi todos los uruguayos, ha habido notables beneficios para los que proveen las maquinarias e insumos para la modernización, y empleo para un grupo de empresas y gente del área de servicios asociados a la creciente exportación agropecuaria: actividades de logística, financiamiento, comercio exterior, etc.
Como la inmensa mayoría de lo que se exporta –la excepción es la celulosa- sale con nulo o casi nulo procesamiento industrial, la gran mayoría de los trabajadores del sector urbano privado -que en países con otros modelos de crecimiento son ejecutores y beneficiarios de los procesos de modernización e inserción internacional exitosa- aquí sólo consiguen trabajar en actividades de pequeño comercio y pequeños servicios que les procuran muy bajos ingresos y entonces explican, como dije arriba, tanto el estancamiento socioeconómico urbano como la brecha creciente entre los que encuentran espacio en el modelo y los que no lo logran.
Este modelo de crecimiento exportador primario es lo que han hecho todos los gobiernos uruguayos de hace muchas décadas, huérfanos de cientistas sociales que entiendan que insistir en exportar lo que sale de la tierra es lo que nos convierte en “el país del futuro”… hace un siglo. Ignorar las consecuencias del tipo de esquema económico sobre el mercado laboral y, a través de éste, sobre la distribución del ingreso y el bienestar, explica por qué hemos pasado de ser la excepción en un continente injusto a donde estamos hoy.
Todos sabemos que un país chico necesita exportar. No pensar en el mercado laboral impide darse cuenta que se trata de exportar trabajo uruguayo.
Para ello hay que decidirse de una vez a exportar a quien quiera comprarnos –aun si no les gusta a los “socios”(?) del Mercosur. Hay que invertir en la infraestructura exportadora: generar electricidad barata, profundizar los puertos y sus accesos, resolver cómo transportar a ellos bienes exportables, tener una banda ancha que sea “ancha” de verdad, reducir los costos de nuestros salarios en términos de dólares. Todo eso se puede iniciar si de verdad toda la inversión pública se financia con ahorros privados.[2] Como ello reduciría el gasto público en varios puntos de por ciento del PBI y transferiría millares de empleos al sector privado y ello, eventualmente, haría que en la cúpula del PIT-CNT volviera a haber gente que sabe que de “la piolita” se puede tirar hasta un límite más allá del cual se pierden empleos. Sin duda, se desvanecería el fantasma inflacionario -siempre que no se insista en otorgar alzas salariales insostenibles.- y se reduciría el tamaño de la devaluación necesaria para reconstruir la competitividad perdida. Y, como se hizo en Brasil entre 1999 y 2002, hará falta una unidad no burocratizada de promoción de exportaciones que empiece por mostrar a los potenciales exportadores qué se quiere comprar en los países Tal y Cual, continúe por ayudarlos a adaptar su producción a los patrones demandados, los apoye con crédito y termine por crear una “marca país” válida para promocionar industria y servicios.
Lo demás se nos daría por añadidura.


[1] Hace más de 40 años que la aparente contradicción de emigrar hacia lugares con más desempleo fue explicada por el llamado “modelo de Harris-Todaro” en las ediciones de 1969 y 1970 de la American Economic Review.
[2] Será necesario re generar la confianza que Mujica creó en el Conrad.

Recursos productivos y distribución del ingreso y la riqueza

            Se sabe desde el siglo XIX que no es posible alterar en medida importante y permanente la distribución del ingreso a menos que cambie la distribución de los activos productivos. Los izquierdistas antiguos creían en la reforma agraria y muchos apuntaban también a los demás activos productivos: en el Chile de Allende se nacionalizaron las empresas del cobre, buena parte de las tierras y muchas empresas industriales y comerciales urbanas.
Como los beneficiarios de las nacionalizaciones y expropiaciones se revelaron sumamente ineficientes y, además, la reacción de los dueños originales de aquellos activos fue entre muy fuerte y salvaje, la izquierda ya no habla de expropiar sino que repite la receta de 1974 del Banco Mundial: salud, educación, impuesto a la renta, gasto social y empresas recuperadas.
Pero hace décadas que se sabe que así no se distribuye la renta, y menos la riqueza, porque los capitales emigran si se los grava pesadamente: los capitales son móviles mientras el trabajo es relativamente mucho más fijo. Por eso las tasas del IRPF que gravan el trabajo son más altas que las del IRAE que gravan la producción empresarial.
Para cambiar en el largo plazo y definitivamente la distribución del ingreso y la riqueza hay que cambiar el recurso productivo en que se basa el crecimiento económico, porque no es viable cambiar la propiedad del mismo.
Mientras sigamos exportando lo que sale de la tierra y los animales que crecen comiendo lo que sale de la tierra, seguiremos enriqueciendo a los dueños de la tierra.
Si sube el precio de la soja o el trigo o la carne, o si las nuevas tecnologías permiten aumentar el rendimiento de cada hectárea de tierra, los dueños de la tierra ganan ingreso porque venden más y más caro, pero además se enriquecen porque sube el precio de la tierra.
Tenemos que especializarnos en exportar capacidad de trabajo de los uruguayos y así aprovechar que, a pesar de la estrategia gramsciana con que hace décadas se pudre la cabeza de los jóvenes, todavía tenemos niveles de capacitación laboral que superan los de casi todo el resto de este continente.
De ello se sigue que no es verdad que “los empresarios no encuentran mano de obra” para crecer. La encuentran, la preparan y la emplean cuando ven el negocio, como acaba de demostrar el sector agropecuario, cuyo salto tecnológico no tiene parangón en la historia económica del Uruguay.[1] El campo saltó de ser lo atrasado a liderar el crecimiento de la productividad porque un núcleo de empresarios –muchos de ellos extranjeros- vieron el negocio y hoy el símbolo del campo no es el peón que arreaba vacas a caballo con un lazo y un perro sino un empleado que, guiado por GPS, siembra la combinación exacta de semilla y químicos, manejando una máquina que cuesta más de medio millón de dólares.
Los empresarios agropecuarios le tuvieron que pedir al Gobierno que les calificara la mano de obra? No! lo hicieron como se ha hecho siempre en todo el mundo: le dijeron al vendedor de la máquina “te la compro pero tenés que enseñarle a mi gente cómo usarla”. Y a esa gente preparada le pagan mucho mejor que antes, sea o no el empleado que opera un GPS la misma persona humana que antes era peón de a caballo.
Del mismo modo, la hotelería moderna no tuvo que pedirle a nadie que le formara el personal sino que vio el negocio y formó a su gente por sí misma a partir de conocimientos que los chicos traían de la Secundaria.
Claro que si se sigue tratando de reducir la enseñanza del inglés y la computación y un dirigente de Secundaria quiere salirse de las PISA para compararnos con Bolivia y Venezuela, se nos va a acabar la ventaja que tenemos.
Pero si podemos empezar a exportar trabajo y conocimientos de la gente antes que se destruya lo que queda de la calidad educativa uruguaya, estaremos dejando de exportar gente, como en las decenas de miles de jóvenes que han emigrado, y pasaremos a crecer exportando capacidad humana incorporada a bienes y servicios, de modo que esa capacidad será el recurso exportable principal.
Así sí se cambia la distribución, no sólo del ingreso sino de la riqueza.
La capacidad de la gente es, además,  un recurso renovable, que puede crecer y perfeccionarse sin límites, por lo que no es pasible de oligopolización como sí es la tierra.
Claro que para tal cosa ocurra es necesario cambiar drásticamente la política de inserción externa, la monetaria-cambiaria, y la fiscal.
No es viable dejar que los precios de los commodities enriquezcan a los tradicionales dueños de la tierra y después pretender cambiar la distribución del ingreso con el impuesto a la renta y este otro engendro mal parido del impuesto a las grandes extensiones, especialmente cuando 95 por ciento de nuestra gente vive en las ciudades y no tiene empleos medianamente remunerados porque se produce en el campo todo lo que es valioso en este esquema decimonónico al que hemos vuelto.
En consecuencia, cada vez más gente urbana, aunque tenga trabajo, recibe ingresos insuficientes y se va a poblaciones marginales, porque con este esquema de crecimiento basado en la fertilidad de la tierra, faltan miles de empleos privados bien remunerados en las ciudades, donde vive la gente.
Para crear esos miles de empleos privado no hace falta inversión pública sino unas pocas medidas inteligentes,
1.      Olvidarse de las restricciones que nos impone el Mercosur.
2.      Hacer tratados de libre comercio con todos los países que nos acepten, que serán todos, porque como somos pequeños, nuestra producción no daña perceptiblemente a la de los países socios.
3.      Dejar que suba el tipo de cambio real mediante tres mecanismos:
-El primero es cortar drásticamente el gasto público que genera inflación; como será políticamente difícil reducir el empleo público, hay que empezar por realizar toda la inversión pública con fondos privados, usando en serio los PPP que los argumentos ideológicos del siglo XIX mantienen trabados; esa inversión pública orientada a la exportación de bienes y servicios conteniendo trabajo de los uruguayos tendrá que incluir vías férreas, puertos y sus accesos, energía eléctrica barata, banda ancha que sea ancha de verdad, comunicaciones sin trabas y, naturalmente, las inversiones no inmediatamente productivas en materia de educación, salud y seguridad pública. Como eso proveerá a la economía de muchos miles de empleos privados al menos relativamente bien pagados, será la base para comenzar a revertir el desastre ocupacional urbano.
-El segundo es gravar pesadamente la enormidad de dinero extranjero que entra por  motivos especulativos y así hace bajar el tipo de cambio.
-El tercero es dejar de creer que, como en los primeros cursos de macroeconomía de facultad, la inflación se reduce alzando la tasa de interés, que lo que hace es atraer los fondos especulativos recién mencionados.
4.      Junto con dejar que suba el tipo de cambio con esos tres mecanismos, será necesario terminar con una serie de impuestos y otras gabelas que limitan el comercio exterior.
5.      Habrá que ofrecer incentivos no prohibidos por la OMC a las empresas que exporten bienes y servicios que sean muy intensivos en mano de obra de alta calificación.
Ese conjunto de medidas nos convertirá en exportadores de bienes y servicios que usen mano de obra calificada.
Logrado eso, hará falta una batería de otras medidas que exceden en mucho los límites de este trabajo.


[1] Hay docenas de trabajos de Joaquín Secco García y otros que explican cómo pasó todo esto, en un proceso de origen político –los agricultores argentinos se cansaron de los cristinazos- y de contenidos tecnológicos y económicos.

viernes, 23 de marzo de 2012

Pérdidas económicas y conducta cívica.

            Las violaciones de “los países grandes” a las estipulaciones del Mercosur tienen una gran diferencia, una similitud y un resultado nacionalmente deprimente.
La gran diferencia es los argentinos violan los convenios con la ordinariez que les resulta natural. En cambio, los brasileños lo hacen con la delicadeza que les resulta natural a ellos. La similitud es que hacen el mismo daño al Uruguay, en lo económico y en lo conductual y, para sorpresa de quienes me conocen, a esto último quiero referirme.
Hay que no entender nada de historia latinoamericana para seguir diciendo sandeces sobre la posibilidad –y conveniencia- de una especie de Patria Grande latinoamericana que nos convertiría, mágicamente, en países mejores, más ricos, más fuertes, más cariñosos... y sobre tal sandez construir un argumento para quedarnos en este Mercosur. Ya no aquel llorón cantito “quiero más y mejor Mercosur”, pero sí el igualmente descaminado y hasta ridículo grito de “lo defenderemos a muerte”.
Hay que ser espiritualmente muy resignado para que a las violaciones argentinas que destruyen nuestros empleos y nuestras empresas se responda con promesas –que de seguro nunca se concretarían- de subsidios que significarían que con los impuestos de los uruguayos se financie el costo del patoterismo peronista.
Hay que no entender nada de inserción económica internacional ni de competitividad externa y hay que no tener un gramo de aquel orgullo nacional que un día tuvieron nuestros gobernantes, para decir que debemos soportar cualquier impertinencia brasileña porque de lo contrario Conaprole perdería el mercado y se enojaría.
Hay que tener algo muy raro en la cabeza para plantear la necesidad de que Uruguay y Paraguay se pongan de acuerdo para pararle los pies a los países mayores.
Hay que ser muy adulador y pedigüeño para haber aprobado la entrada de Venezuela al Mercosur del modo que aquí se lo hizo, y hay que tener una total falta de respeto por las normas democráticas y diplomáticas para pretender cambiarle el voto a unos senadores paraguayos que, en todo su derecho, dicen que no a ese ingreso.
Y la oposición política tiene que ser muy incompetente para que la desflecada cooperativa de votos que hizo todo esto sea vista como la favorita para los próximos comicios.

lunes, 20 de febrero de 2012

El Libro de la Concentración Frentista

La Paradoja Mayor
Cuando se escriba el Gran Libro de la Concentración del Ingreso en el Uruguay, el capítulo central –por lo paradojal y descabellado- deberá ser el enriquecimiento de los ricos durante el Gobierno del Frente Amplio.
El país creció cerca de 40 por ciento desde la crisis de 2002, y 22 por ciento desde 2004. Era la oportunidad para que un Gobierno progresista hiciera lo que tantos queremos: eliminar la indigencia y reducir la pobreza a su mínima expresión junto con sentar, vía inserción internacional e inversión productiva, sanitaria y educacional, las bases para la consolidación definitiva de un crecimiento con modernización y justicia social.
En lugar de eso, paró de caer la pobreza, los salarios siguen siendo bajísimos, están en niveles críticos la salud y la educación y en quiebra la seguridad social, mientras los signos exteriores de riqueza de los que ya eran ricos crecen explosivamente en forma de vehículos 4x4, yates, viviendas espectaculares, loteos privados y viajes lujosos.
Todo empezó por el crecimiento de los precios de los “commodities” agropecuarios que son los mismos del siglo XIX –carne, lana, cueros- más algunos nuevos pero de las mismas características: soya, arroz, trigo y otros granos. Con eso, el turismo y la celulosa que tanto combatieron hasta el 2004, la cuenta corriente con el exterior se equilibra con un tipo de cambio real que sólo permite producir esos “commodities” basados en la feracidad de los campos y en una demanda externa sin parangón conocido.
Así mueren aquellas industrias que no son bendecidas por esos factores, a lo cual se agrega la hostilidad que surge desde el Ministerio de Trabajo y el PIT-CNT, socios en esta tarea destructiva. Las textiles son el ejemplo más decidor y más triste.
En consecuencia, nuestra industria ya no genera los empleos de calidad –altamente productivos, bien remunerados, estables, con seguridad social- que suelen ser propios de los establecimientos industriales avanzados que hoy florecen, por ejemplo, en China, India o Vietnam en el Oriente y en Chile, Finlandia, Irlanda o Nueva Zelanda en el “mundo occidental”. En el Uruguay, hace 20 años la industria era más de la cuarta parte del PBI, y hoy es apenas el 18 por ciento, mostrando una evolución semejante la ponderación del empleo sectorial. Por eso ya en 2007, se agotó el proceso “fácil” de reducción de la pobreza e indigencia a que nos llevó el anterior experimento de atraso cambiario.
El crecimiento basado en el alza de los precios de los “commodities” agropecuarios beneficia a los dueños de las tierras donde se producen los mismos, es decir a los terratenientes que ya eran ricos y hoy lo son mucho más. No es culpa de ellos, que hacen un negocio lícito dentro de las reglas del juego que plantean los gobernantes, sino de éstos, que no entienden cómo manejar este diluvio de riquezas.
Y como lo que llaman el tipo de cambio de equilibrio de largo plazo no permite crear sino empleos públicos o los “de boliche”, que pueden generarse en servicios orientados a la demanda de los 3.3 millones de uruguayos, se van nuestros jóvenes a ganar el triple en España, o en EE.UU., o incluso en nuestros hermanos del Mercosur.
            Nuestro salario mínimo es poco más de la mitad del de Brasil, y lo triplican el de España o EE.UU., destinos preferidos de los emigrantes de hoy; un brasileño chofer de taxi se queda con la mitad de lo que cobra, y más en EE.UU. y Europa, contra 20 por ciento en Montevideo; y, para ni hablar de los países desarrollados, un médico paulista de alto nivel cobra normalmente unos 300 dólares la consulta privada con un especialista establecido, que aquí se paga como mucho el equivalente de 100.
Por eso se van nuestros jóvenes.
Mientras tanto, esta política económica hace que ganen aquellos que tenían tierras buenas donde ellos, u otros que se las compraron, crían animales o cultivan granos y eucaliptos para la planta de celulosa.
El Gobierno dice que su política fiscal –de gasto- es distributiva. Pero la parte de recaudación descansa en el IRPF que grava más a los que más y mejor trabajan, mientras reduce el gravamen a los ricos porque el IRAE tiene una tasa más baja que el antiguo IRIC, y hasta propuso eliminar el Impuesto al Patrimonio. Así, la llamada “política distributiva” del Gobierno intenta redistribuir entre trabajadores mientras trata de “ricachos” a los asalariados y jubilados que ganan 30 mil pesos. En materia de gasto, esa “política distributiva” da pequeñas dádivas a los pobres y muy pobres en forma del PANES y sus sucesores en el MIDES..
Pero su política económica hace que ganan millones los terratenientes
Por eso este Gobierno es concentrador: no hay IRPF ni PANES que compensen la brutal concentración de riqueza que ha significado el patrón de crecimiento que eligieron como rspuesta a las tendencias del comercio y las finanzas internacionales.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Caumont y Mezzera, un solo corazón

La evidencia condena al Mercosur
Jorge Caumont
En 1991 se firmó el Tratado de Asunción por el que se creó el Mercosur. Han pasado más de 20 años y el saldo, como desde entonces muchos alertamos, no ha sido muy favorable para los intereses de los países menores. Paraguay y Uruguay fueron los invitados de último momento, por compromiso, y los que han sufrido más en sus corrientes comerciales por la desviación de comercio que implica el pertenecer al grupo. Una evaluación de los resultados, por más simple que sea, permite llegar a esa conclusión y tomar otros rumbos para que la política comercial sea otro fundamento de un crecimiento económico sostenido. El comercio exterior es fundamental para un país pequeño y de baja población que incluso, según se supo, tiende a declinar.

LOS DATOS. Desde 1991, año en el que los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay decidieran crear el organismo de integración comercial, hasta la fecha, las exportaciones de Uruguay a Argentina se multiplicaron por 3,3 en términos nominales mientras que las importaciones lo hicieron por 6,9. El déficit comercial con Argentina se multiplicó por 14.

En el caso del comercio con Brasil, desde la fundación del Mercosur, nuestras exportaciones se multiplicaron por 4,2 y las importaciones provenientes desde el socio mayor por 5,7. De un equilibrio comercial en 1991 se pasó a un déficit que en 2011 se ubicaría en no menos de 800 millones de dólares.

En ambos casos, nuestros dos socios más importantes han resultado más favorecidos que nuestro país. Ese resultado favorable es incluso más relevante cuando se consideran los montos sobre los que se calcula la multiplicación, siendo impresionante en el caso de Argentina.

            POCO PROGRESO. Es indudable el escaso progreso que nuestro país ha tenido por pertenecer al grupo en relación con el que ha tenido cada uno de los socios comentados. Basta señalar que en los 20 años de vigencia, las exportaciones a países de fuera de la región se multiplicaron por 7,8 y pasaron a representar del 45% del total al 72% hoy. No obstante, la consigna ha sido desde hace ya un tiempo considerable, el bregar infructuosamente, por un "más y mejor Mercosur" en detrimento de un comercio externo relativamente más abierto al mundo. Nuestro país se ha visto inhibido en numerosos casos de acceder a destinos para nuestras exportaciones de manera más abierta. No se ha podido ingresar en acuerdos comerciales con países hoy discriminados por el denominado arancel externo común, desarrollados o no, que implícitamente concede un margen arancelario preferencial a Argentina y a Brasil.

Ese margen preferencial es el que genera la denominada desviación de comercio. En la medida en que importar el mismo producto desde los países de la zona y hacerlo desde terceros países cuesta más en el segundo caso por tener los importadores que pagar un arancel más alto, le brinda a nuestros socios una ventaja competitiva no menor al 20% sobre el precio CIF del producto importado y mucho más sobre el valor agregado en el producto.

En consecuencia, ello genera dos efectos no deseados que en 20 años han provocado un esfuerzo de todos los uruguayos significativamente alto. En primer lugar, los uruguayos importamos ineficiencia al pagar más por lo que se podría comprar en el exterior a un precio menor. El margen de preferencia es lo que implícitamente estimula esa compra de ineficiencia en productos de la región. En segundo lugar, y también un efecto considerable en los 20 años transcurridos, es la pérdida de recaudación que tiene la Aduana uruguaya al desviarse el comercio importador desde el resto del mundo a un comercio importador de la zona. Por las importaciones desde Argentina y desde Brasil, la institución aduanera no cobra aranceles mientras que si no hubiese desviación de comercio por el margen de preferencia, las importaciones desde el resto del mundo tributarían el arancel o, al menos, parte del mismo.

HOY ES PEOR. El margen de preferencia hoy no es suficiente para Argentina y para Brasil. El optimismo de las autoridades uruguayas tras cada reunión en el Mercosur de los primeros mandatarios de la región por promesas de cambio de los gobiernos vecinos, se ve siempre y de inmediato a esas reuniones, defraudado por la realidad. Argentina impone barreras no arancelarias al comercio importador tanto de países no pertenecientes al grupo como de países que integran el grupo. Y con el Gobierno brasileño ocurre lo mismo. Aunque no deberían, estos países imponen barreras no arancelarias a las exportaciones de Uruguay con efectos equivalentes a altos aranceles. Es conocido el caso del presente, de la presión que ejerce la Argentina sobre importadores del vecino país de productos uruguayos dilatando licencias de importación, exigiendo un intercambio compensado o con barreras por el estilo. En el caso de Brasil, las barreras son también conocidas y hasta sofisticadas cuando se acude, por ejemplo, a cuestionar las ventas uruguayas a ese país por el origen de la materia prima, casi siempre bien evaluado y declarado por el organismo pertinente uruguayo.

Por si fuera poco, se apunta a una protección adicional para ciertas producciones al reclamarse, siempre por parte de los países mayores, aumentar el margen de preferencia, el arancel externo común, sobre un centenar de productos.

OPTIMISMO INFUNDADO. En la última reunión del Mercosur celebrada en Montevideo, en ocasión de la cual el Gobierno uruguayo entregara la presidencia transitoria del organismo a la Argentina, la Presidenta brasileña apoyó la solicitud uruguaya de evitar las restricciones no arancelarias y además, fuera de actas, incitó a que se concedieran los pedidos de nuestro Gobierno. El optimismo desbordó a la delegación compatriota que, tan solo un par de días después, vio como se sofisticaba la protección no arancelaria del país mayor.

En 20 años del Tratado poco se ha intentado en materia de política comercial externa y se han tolerado muchos desplantes y violaciones por parte de nuestros socios mayores. Se mantiene una alta barrera arancelaria sobre importaciones de terceros países y se intenta aumentarla; se impide el beneficio que nos traerían acuerdos de libre comercio con países desarrollados; siguiendo a los socios mayores se acuerda con países con los cuales es difícil que nuestro comercio exportador progrese o simplemente por razones políticas se desea incluir a otros con los cuales es aún más difícil lograr la no alcanzada aún, armonización de políticas macroeconómicas, y se sigue temiendo que por salirnos del Mercosur perderemos buena parte de nuestros exportaciones de mercaderías, no de servicios, en amenazada franca expansión.

Ante la multiplicación de obstáculos que se imponen a nuestras exportaciones a la zona, tal vez sea el momento de intentar una apertura mayor que, en el mediano plazo, daría frutos más sabrosos que el mantenernos en la sociedad comercial actual.

Y por los mismos días, yo escribÍ:
Lindo mercosur… pa´dirse

Todos los que alguna vez miramos el tema de comercio exterior sabemos que no hay nada peor que atarse a un mercado, por rentable que parezca en el corto plazo.
Lo que nos ocurre en el Mercosur debe ser el mejor ejemplo, si bien en una discusión internacional nos dirían que más zonzo que atarse a un mercado es atarse a un mercado manejado con desvergüenza.
El gobierno de la Argentina nos agrede cuanto puede, por sí mismo o usando a algún Sarkozy, ante lo cual, del gobierno de Brasil podemos esperar… la más perfecta indiferencia. Separo los gobiernos de la gente de ambos países. Y separo también la realidad de lo que los voceros del Gobierno le cuentan a la gente: la declaración del gobierno brasileño sobre la sarkoziada fue que “Dilma Rousseff transmitió al presidente Mujica la inconformidad de Brasil con declaraciones de ciertos dirigentes que puedan dar margen en el tratamiento del tema tributario a estigmatización indebida de países".
Cuando Mujica dijo que “tenemos que andar en el estribo de Brasil”, se confesó impotente y por eso nos tratan con desprecio, reflejado en el mote de “enano llorón”.
Esta maldad lo dice todo:

Por eso hay que irse del Mercosur.
Es cierto que habrá quienes pierdan exportaciones de ésas que dependen de la buena voluntad de si te aplican un impuestazo súbito o si te lo quitan si peregrinas a Itamaraty a llorar bien fuerte. Y no hay forma de que cese el castigo si la agresión es argentina, como pasó con Motociclo, con los puentes, con el “corralito”, con el entierro del dragado del canal de Martín García, con los verticalazos de Moreno de “no compren importado”, con las limitaciones a las compras de dólares… “Hasta cuándo, Catilina?”
El Uruguay no puede seguir funcionando con la lógica de los que sólo saben exportar si les dan ventajitas y entonces viven pendientes de si se las quitan o no.
Necesitamos desarrollar –con apoyo estatal inteligente como por cierto hizo el Brasil hace algunos años- empresas capaces de lograr ganancias de productividad que las hagan competitivas en cualquier parte del mundo, y así crear empleos bien pagados.
Pero tienen que ser empresas con dignidad y respeto por sí mismas, por su país y por su gente, no mendicantes que quieran andar en el estribo de alguien sino que salgan a enfrentar al mercado mundial, ajustando internamente lo que hay que ajustar, que es lo que estos dos gobiernos han terminado de desajustar.




Krugman sobre Keynes, macroeconomía mundial

Éste es uno de los documentos ajenos, que irán con nombre de autor para que sea fácil distinguirlos de los míos. Algunos van a estar en inglés. Alguien tuvo la gentileza de traducir éste.

Keynes tenía razón, una vez más.
Paul Krugman en el New York Times
"La expansión, no la recesión, es el momento idóneo para la austeridad fiscal". Eso declaraba John Maynard Keynes en 1937, cuando Franklin Delano Roosevelt estaba a punto de darle la razón, al intentar equilibrar el presupuesto demasiado pronto y sumir la economía estadounidense -que había ido recuperándose a ritmo constante hasta ese momento- en una profunda recesión. Recortar el gasto público cuando la economía está deprimida deprime la economía todavía más; la austeridad debe esperar hasta que se haya puesto en marcha una fuerte recuperación.

Por desgracia, a finales de 2010 y principios de 2011, los políticos y legisladores en gran parte del mundo occidental creían que eran más listos, que debíamos centrarnos en los déficits, no en los puestos de trabajo, a pesar de que nuestras economías apenas habían empezado a recuperarse de la recesión que siguió a la crisis financiera. Y por actuar de acuerdo con esa creencia antikeynesiana, acabaron dándole la razón a Keynes una vez más.

Lógicamente, al reivindicar la economía keynesiana choco con la opinión general. En Washington, en concreto, la mayoría considera que el fracaso del paquete de estímulos del presidente Barack Obama para impulsar el empleo ha demostrado que el gasto público no puede crear puestos de trabajo. Pero aquellos de nosotros que hicimos cálculos, nos percatamos, ya desde el primer momento, de que la Ley de Recuperación y Reinversión de 2009 (más de un tercio de la cual, por cierto, adquirió la relativamente ineficaz forma de recortes de impuestos) se quedaba demasiado corta teniendo en cuenta la gravedad de la recesión. Y también predijimos la violenta reacción política a la que dio lugar.

De modo que la verdadera prueba para la economía keynesiana no ha provenido de los tibios esfuerzos del Gobierno federal estadounidense para estimular la economía, que se vieron en buen parte contrarrestados por los recortes a escala estatal y local. En lugar de eso, ha venido de naciones europeas como Grecia e Irlanda que se han visto obligadas a imponer una austeridad fiscal atroz como condición para recibir préstamos de emergencia, y han sufrido recesiones económicas equiparables a la Depresión, con un descenso del PIB real en ambos países de más del 10%.

Según la ideología que domina gran parte de nuestra retórica política, esto no debía pasar. En marzo de 2011, el personal republicano del Comité Económico Conjunto del Congreso publicó un informe titulado "Gasta menos, debe menos, desarrolla la economía". Se burlaban de las preocupaciones de que un recorte del gasto en tiempos de una recesión empeoraría la recesión, y sostenían que los recortes del gasto mejorarían la confianza del consumidor y de las empresas, y que ello podría perfectamente inducir un crecimiento más rápido, en vez de ralentizarlo.

Deberían haber sido más listos, incluso en aquel entonces: los supuestos ejemplos históricos de "austeridad expansionista" que empleaban para justificar su razonamiento ya habían sido rigurosamente desacreditados. Y también estaba el vergonzoso hecho de que mucha gente de la derecha ya había declarado prematuramente, a mediados de 2010, que la de Irlanda era una historia de éxito que demostraba las virtudes de los recortes del gasto, solo para ver cómo se agravaba la recesión irlandesa y se evaporaba cualquier confianza que los inversores pudieran haber sentido.

Por cierto que, aunque parezca mentira, en el año 2011 ha vuelto a suceder lo mismo. Muchos proclamaron que Irlanda había superado el bache, y demostrado que la austeridad funciona (y luego llegaron las cifras, y eran tan deprimentes como antes).

Pero la insistencia en recortar inmediatamente el gasto siguió dominando el panorama político, con efectos malignos para la economía estadounidense. Es verdad que no hubo ninguna medida de austeridad nueva digna de mención a escala federal, pero sí hubo mucha austeridad "pasiva" a medida que el estímulo del presidente Obama fue perdiendo fuerza y los Gobiernos estatales y locales con problemas de liquidez siguieron con los recortes.

Claro que se podría argumentar que Grecia e Irlanda no tenían elección en cuanto a imponer la austeridad o, en cualquier caso, ninguna opción aparte de suspender los pagos de su deuda y abandonar el euro. Pero otra lección que nos ha enseñado lo ocurrido en 2011 es que Estados Unidos tenía y sigue teniendo elección; puede que Washington esté obsesionado con el déficit, pero los mercados financieros están, en todo caso, indicándonos que deberíamos endeudarnos más.

Una vez más, se suponía que esto no debía pasar. Iniciamos 2011 con advertencias funestas sobre una crisis de la deuda al estilo griego que se produciría en cuanto la Reserva Federal dejara de comprar bonos, o las agencias de calificación pusieran fin a nuestra categoría de Triple A, o el súper fabuloso comité no consiguiera alcanzar un acuerdo, o algo.

Pero la Reserva Federal finalizó su programa de adquisición de bonos en junio; Standard & Poor`s rebajó la calificación de Estados Unidos en agosto; el súper comité alcanzó un punto muerto en noviembre; y los costos de los préstamos de Estados Unidos no han parado de disminuir. De hecho, a estas alturas, los bonos estadounidenses protegidos de la inflación pagan un interés negativo. Los inversores están dispuestos a pagar a Estados Unidos para que les guarde su dinero.

La conclusión es que 2011 ha sido un año en el que nuestra élite política se obsesionó con los déficits a corto plazo que de hecho no son un problema y, de paso, empeoró el verdadero problema: una economía deprimida y un desempleo masivo.

La buena noticia, por decirlo así, es que el presidente Barack Obama por fin ha vuelto a luchar contra la austeridad prematura, y parece estar ganando la batalla política. Y es posible que uno de estos años acabemos siguiendo el consejo de Keynes, que sigue siendo tan válido hoy como lo era hace 75 años.

THE NEW YORK TIMES

lunes, 30 de enero de 2012

Migraciones e ingresos del trabajo

Cuando se creó el Instituto Rumbos en 2005 el objetivo explícito fue discutir públicamente temas que la sociedad uruguaya no discute, o discute mal, o discute poco. Muchos seminarios y publicaciones recientes muestran que bastante se ha avanzado en un lustro.
                Pero es conveniente agregar que –salvo cuando hay catástrofes, guerras, hambrunas y casos semejantes- el principal elemento que explica las migraciones es la búsqueda de mayor bienestar, una materia resuelta por dos economistas estadounidenses, John Harris[1] y Michael Todaro[2] en dos artículos publicados en 1969 y 1970 por la American Economic Review que se hicieron famosos bajo el nombre de “modelo Harris-Todaro” y no debería estar ausente de ningún programa de economía del desarrollo. El modelo es bien simple: supongamos que tengo 10 por ciento de desempleo y gano 1 peso por día trabajado; si el mes tiene 24 días hábiles, trabajo 90 por ciento de ellos, digamos 22 días, y gano 22 pesos al mes. En otro país el desempleo es 30 por ciento, se trabaja sólo 17 días al mes, pero si en vez de 1 peso al día pagan 2, se ganan 34 pesos al mes en vez de 22.
            Ese análisis explica por qué los jóvenes uruguayos siguieron migrando al mismo o mayor ritmo mientras la tasa de desempleo bajaba de 20 por ciento alrededor de 2003 hasta alrededor de 7 por ciento en 2008, migraron a España cuando la tasa de desempleo española superaba la uruguaya, y sólo dejaron de hacerlo cuando los echaron de los mercados de alto ingreso.
Por cierto, usar las cifras de salidas y entradas de uruguayos por el aeropuerto de Carrasco era razonable cuando los países de destino estaban en Europa o América del Norte. Decir que se revirtió la emigración usando datos actuales de esa fuente es un engaño, porque si hay emigración actual, como debería haberla, será a países vecinos a los que los chicos no se van en avión.
            Debería haberla, digo, porque lo que sí persevera a todos los niveles es que el trabajo uruguayo es de los más baratos del mundo cuando se usan tasas de cambio de razonable poder adquisitivo.
Por ejemplo, la Confederación Autónoma de Trabajadores de Chile comparó los salarios mínimos convirtiéndolos a dólares mediante el uso del tipo de cambio de paridad que calcula el Banco Mundial: en esa escala figuramos novenos entre los diez países de América del Sur, ganándole a Bolivia. En ese contexto, las expresiones del Presidente Mujica de “traer” trabajadores ecuatorianos o paraguayos, que ganan más que aquí, no soportan el menor test de sensatez.
            Al otro extremo de la escala, los médicos de atención privada con clínica propia que atienden a los ricos cobran en Sao Paulo o en Santiago de Chile unas seis veces más que aquí. Y para un nivel intermedio entre extremos, el taxista de Montevideo se queda con el 30 por ciento de producido del taxi, comparando con el 50 por ciento en Brasil o en Chile.[3]
            Entonces, ¿se van jóvenes de todo nivel al exterior? Sí, aunque muchos otros se quedan por arraigos personales, por vínculos de familia o por el temor al riesgo de emigrar. Muchos otros sí se van y si les pasa como a mí, para volver tendrían que aceptar ingresos de mucho menos de la mitad de lo que ganan afuera, o volver después de jubilarse.
Entiéndase que esto no es producto de la explotación: no hace falta sino pasar dos días en Punta del Este en verano para ver que “los ricos” uruguayos son unos pobretes comparados con los “verdaderos ricos”, brasileños, argentinos, chilenos o paraguayos.
            No es un tema de hiperexplotación sino de baja productividad. Y cuando tenemos una productividad baja, debida principalmente a la bajísima productividad del enorme y creciente sector público, preocuparse porque falta una política de inmigración es, con el debido respeto, una payasada.  



[1] John Harris, profesor de economía en Boston University, Director del African Studies Center y del African-American Issues Center. Fue de los primeros en darse cuenta, por sus trabajos empíricos en países africanos, de por qué las personas migraban de lugares de bajo desempleo –como las áreas rurales- a las urbanas donde el desempleo era mayor pero el ingreso laboral, mucho mayor.
[2] Michael Todaro, profesor de economía en New York University y miembro del Consejo Mundial de Población. Él y Harris explicaron la racionalidad de migrar desde lugares de desempleo bajo a otros de desempleo alto, cuando el diferencial de ingresos laborales más que compense la mayor probabilidad de soportar períodos de desempleo.
[3] En ambos casos el dato proviene de investigación propia, hecha in situ recientemente..

Para distribuir ingreso y riqueza

Recursos productivos y distribución del ingreso y la riqueza
Se sabe desde el siglo XIX que no es posible alterar en medida importante y permanente la distribución del ingreso a menos que cambie la distribución de los activos productivos. Los izquierdistas antiguos creían en la reforma agraria y muchos apuntaban también a los demás activos productivos: en el Chile de Allende se nacionalizaron las empresas del cobre, buena parte de las tierras y muchas empresas industriales y comerciales urbanas.
Como la reacción de los dueños originales de aquellos activos fue entre muy fuerte y salvaje, la izquierda ya no habla de expropiar sino que repite la receta de 1974 del Banco Mundial: salud, educación, impuesto a la renta, gasto social y empresas recuperadas..
Pero hace décadas que se sabe que así no se distribuye la renta, y menos la riqueza, porque los capitales emigran si se los grava pesadamente: los capitales son móviles mientras el trabajo es relativamente mucho más fijo. Por eso las tasas del IRPF que gravan el trabajo son más altas que las del IRAE que gravan la producción empresarial.
Para cambiar en el largo plazo y definitivamente la distribución del ingreso y la riqueza hay que cambiar el recurso productivo en que se basa el crecimiento económico, porque no es viable cambiar la propiedad del mismo.
Mientras sigamos exportando lo que sale de la tierra y los animales que crecen comiendo lo que sale de la tierra, seguiremos enriqueciendo a los dueños de la tierra. Si sube el precio de la soja o el trigo o la carne, o si las nuevas tecnologías permiten aumentar el rendimiento de cada hectárea de tierra, los dueños de la tierra ganan ingreso porque venden más y más caro, pero además se enriquecen porque sube el precio de la tierra.
Tenemos que especializarnos en exportar capacidad de trabajo de los uruguayos y así aprovechar que, a pesar de la estrategia gramsciana con que hace décadas se pudre la cabeza de los jóvenes, todavía tenemos niveles de capacitación laboral que superan los de casi todo el resto de este continente.
De ello se sigue que no es verdad que “los empresarios no encuentran mano de obra” para crecer. La encuentran, la preparan y la emplean cuando ven el negocio, como acaba de demostrar el sector agropecuario, cuyo salto tecnológico no tiene parangón en la historia económica del Uruguay. El campo saltó de ser lo atrasado a liderar el crecimiento de la productividad porque un núcleo de empresarios –muchos de ellos extranjeros- vieron el negocio y hoy el símbolo del campo no es el peón que arreaba vacas a caballo con un lazo y un perro sino un empleado que, guiado por GPS, siembra la combinación exacta de semilla y químicos, manejando una máquina que cuesta más de medio millón de dólares.
Los empresarios agropecuarios lo hicieron como se ha hecho siempre en todo el mundo: le dijeron al vendedor de la máquina “te la compro pero tenés que enseñarle a mi gente cómo usarla”. Y a esa gente preparada le pagan mucho mejor que antes, sea o no el empleado que conoce un GPS la misma persona humana que antes era peón de a caballo.
Del mismo modo, la hotelería no tuvo que pedirle a nadie que le formara el personal sino que vio el negocio y formó a su gente por sí misma a partir de conocimientos que los chicos traían de la Secundaria. Claro que si se sigue tratando de reducir la enseñanza del inglés y la computación y un dirigente de Secundaria quiere salirse de las PISA para compararse con Bolivia y Venezuela, se nos va a acabar la ventaja que tenemos.
Pero si podemos empezar a exportar trabajo y conocimientos de la gente antes que se destruya lo que queda de la calidad educativa uruguaya, estaremos dejando de exportar gente, como en las decenas de miles de jóvenes que han emigrado, y pasaremos a crecer exportando capacidad de la gente incorporada a bienes y servicios, de modo que esa capacidad será el recurso exportable principal.
Así sí se cambia la distribución, no sólo del ingreso sino de la riqueza.
Y además, como la capacidad de la gente es un recurso renovable, que puede crecer y perfeccionarse sin límites, no es pasible de oligopolización como sí lo es la tierra.
Claro que para tal cosa ocurra es necesario cambiar drásticamente la política de inserción externa, la monetaria-cambiaria, y la fiscal.
No es viable dejar que los precios de los commodities enriquezcan a los tradicionales dueños de la tierra y después pretender cambiar la distribución del ingreso con el impuesto a la renta y este otro engendro mal parido del impuesto a las grandes extensiones, especialmente cuando 95 por ciento de nuestra gente vive en las ciudades y no tiene empleos medianamente remunerados porque se produce en el campo todo lo que es valioso en este esquema decimonónico al que hemos vuelto.
En consecuencia, cada vez más gente urbana, aunque tenga trabajo, recibe ingresos insuficientes y se va a poblaciones marginales, porque con este esquema de crecimiento basado en la fertilidad de la tierra, faltan miles de empleos privados bien remunerados en las ciudades, donde vive casi toda la gente.

Pórtico

Durante más de un siglo, los colorados, con el apoyo crítico de los blancos, crearon un país que fue ejemplo mundial, lo cual admiro y les agradezco. Pero desde la segunda mitad de los Cincuenta, se generalizó el estúpido lema “la industria es inefishente” que hace 60 años va destruyendo el tejido social igualitario que fue viable mientras hubo empleo industrial relativamente bien pagado. Por eso, hoy esos dos partidos me resultan invotables.

 Más invotable aun el Frente Amplio que, al mantenimiento del mismo estúpido lema y sus consecuencias socio económicas de sociedad fracturada, agrega la mentira permanente, la ignorancia abismal y el progresivo atropello de los derechos individuales junto con el descaecimiento de la Constitución.

Me duele reconocer que el Partido Independiente, en el que milité con toda energía y mucha esperanza durante media docena de años, no muestra visos de saber cómo trascender su actual condición de partido testimonial.

 Por eso me declaro apártida y así se llama este instrumento de comunicación.