viernes, 5 de diciembre de 2014

Hay que pensar fuera de "la caja" (es de setiembre de 2014)

Qué es esto de “salir de la caja”?
Salir de “la caja” mental significa pensar creativamente buscando, hasta encontrarlas, las formas de romper con las restricciones tradicionales. Quedarse dentro de esa caja mental de la política económica uruguaya significa aceptar la restricción fundamental que “manda” en la economía uruguaya hace más de medio siglo. Esa caja mental dice que, del mismo modo que el maná venía del cielo, las exportaciones son bienes que salen de la tierra: lo que nace de ella y lo que se mueve sobre ella comiendo lo que de ella surgió.
Si se acepta eso, la política económica consiste en administrar los flujos monetarios que dejan esas exportaciones. Por eso uno mira los programas de los partidos y nota que manejan situaciones puntuales o temas marginales y son todos muy parecidos porque ni mencionan una política de desarrollo social y económico, más allá de pequeñas promesas.
Una tablet por jubilado, lo que pudo llamarse “Ceibalitas Diez Años Después”, un sistema nacional de cuidados para edades y situaciones marginales, almuerzos para los liceales… Ubi sunt, diría Jorge Manrique, dónde está la nueva visión de país? Ubi sunt las temblorosas raíces de los árboles? Dónde está el Hombre Nuevo de la Izquierda?
Y desde el otro rincón de la arena electoral, se nos promete que Vamos a mantener la política económica de los últimos años”. Una política económica que, en 2011, el mejor año de esta gestión, tenía a más del 50% de los trabajadores ganando lo que un año antes llevó a bautizarlos de “diezmilpesistas”.[i]
Ésos, que son los verdaderos pobres de este país al que ahora es tan fácil engañar, son los asalariados de empresas pequeñas, los trabajadores por cuenta propia, los beneficiarios del MIDES y los desempleados. En cambio, ciertamente no son pobres ni tienen derecho a proclamarse oprimidos, los trabajadores sindicalizados, es decir los públicos tanto como los privados de empresas grandes y medianas de cuyas mejoras salariales se alimentan las mentirosas afirmaciones sobre una mejor distribución del ingreso.
“Por sus frutos los conoceréis”: esto es la culminación de lo que, cuando lo hacían “los otros” desde la izquierda se llamaba el “neoliberalismo”. La actual política económica aceptó pasivamente que les fuera mejor que a nadie a los terratenientes beneficiados por los precios de los bienes primarios, incluyendo a los que vinieron de Argentina corridos por la Presidenta.
Eso, estimado lector, es pensar dentro de la caja, que es una forma bastante delicada de apostrofar a los que son incapaces de pensar creativamente.[ii]
La “caja” a que me quiero referir hoy se ha extendido a las cabezas de muchos que, sin pensarlo, aceptan aquello de “la industria es ineficiente” y por tanto consideran que somos “enemigos del campo” los que nos damos cuenta que hay que cambiar el modelo para agregar a las exportaciones agropecuarias otras de origen no agropecuario, ya sean bienes o servicios. Leer bien: agregar, no reemplazar! La importancia de “salir de esta caja” y diseñar más caminos de crecimiento es que por el camino actual seguiremos teniendo una alta proporción de uruguayos urbanos que apenas se ganan la vida ejerciendo actividades de pequeño comercio y pequeños servicios. Por eso hay un abismo creciente en el bienestar de un grupo y el otro. Y como muchos de los que se quedan atrás son familiares, o vecinos, o amigos, de los que lograron asirse exitosamente al modelo concentrador y neoliberal, se generan situaciones de violencia permanente. No es casual que ella tenga su máximo en Montevideo donde viven casi todos los que se beneficiaron, así como la inmensa mayoría de aquellos no lograron subirse al carro de la victoria.
Por eso propongo que pensar fuera de esta caja en particular es lanzar un proceso de crecimiento con equidad que nos libere de la restricción de vivir solo de lo que nos rinde la tierra.
Una forma de pensar fuera de la caja
Una condición para iniciar ese crecimiento con equidad es un fuerte proceso de inversión pública financiada con fondos privados de tal modo de permitir que se generen miles de empleos productivos  al menos aceptablemente bien remunerados, estables, con protección social, es decir lo que hace años desde la OIT llamamos “empleos decentes”. Para iniciar el proceso habrá que financiar toda la inversión pública prevista, y más, con ahorros privados. Mi solución preferida es esos ahorros se remuneren con bonos del Estado negociables en Bolsa, aquí o en el extranjero.
Cuentas nacionales o política de desarrollo socioeconómico?
En términos de contabilidad nacional esos bonos serían deuda pública, y eso parece ser un problema serio. Pero como nos enseñó hace más de medio siglo W.A. Lewis, tomar dinero prestado para invertir en actividades que nos permitan ganar productividad no es económicamente deuda causante de inflación como ocurre cuando contratamos miles de trabajadores públicos innecesarios: ellos causan inflación porque ejercen demanda adicional en un mercado al que no agregan bienes y servicios deseados por otros.
En cambio, cuando un país se endeuda para financiar ganancias de productividad éstas nos permitirán pagar cómodamente lo que hemos tomado prestado.[iii] Y el supuesto de Lewis de que la oferta de trabajo no tiene límites concretos es perfectamente válida en el contexto uruguayo actual, donde alrededor de la mitad de la fuerza de trabajo está en actividades de pequeño comercio y pequeños servicios en que ganan no más de unos 15 mil pesos de 2014 –son los “diezmilpesistas” de que se hablaba en 2010.
Las dos publicaciones de Lewis aludidas arriba enseñaron esto a los economistas mediante un modelo elegante presentado hace seis décadas; pero la sociedad toda ya lo sabía desde el principio de la Historia, cuando decidió usar recursos para educar a los jóvenes para que fueran más productivos en todo sentido, e invertir en objetos orientados a aumentar productividad de tal manera que la deuda se paga a sí misma.
Nos hemos acostumbrado a pensar, como un reflejo automático, que “el déficit fiscal es malo” porque hace muchas décadas se lo usa para pagar más y más empleos públicos que rara vez aportan, a la disponibilidad de bienes y servicios, siquiera una fracción de lo que la sociedad les paga. Pero distinto es el caso de un endeudamiento que se toma para financiar una neta ganancia de productividad. Por suerte tuvimos ancestros que construyeron caminos, y generación de electricidad, y el puerto de Montevideo, y artefactos de comunicación, e incluso alambrados para ordenar el crecimiento de los ganados, sabiendo que la ganancia de productividad permitiría pagar la deuda sin dificultades. Y si no hubiera habido un Varela para diseñar un sistema educativo y un gobierno dispuesto a financiarlo, muchos de nuestros niños seguirían siendo analfabetos.
Es inevitable pagar la inversión con deuda pública?
La forma concreta de financiación mencionada arriba no es la única viable, sino que pueden usarse otras formas legales, como los fideicomisos, y otras formas de asociación público-privadas, como ocurre cuando una empresa ganadora de una licitación obtiene su propio financiamiento y el bien terminado se da en arriendo al Estado por un número negociado de años y niveles de alquiler. Este mecanismo será especialmente adecuado en los casos en que hay una ganancia social inmediata y una ganancia económica en el largo plazo: piénsese en escuelas y hospitales.
Macroeconomía y desarrollo económico
La ganancia principal se iniciará en la macroeconomía, porque si esto se hace desaparecerá el empuje inflacionario del déficit fiscal, en términos económicos aunque no contables. Logrado ello, podremos olvidarnos de usar las LRM y otros artilugios monetarios para reducir la cotización del dólar, y así dejarla subir lentamente a su nivel normal, abriendo paso a sumar progresivamente exportaciones no agropecuarias que generen el tipo de empleos decentes.
Si invertimos bien, tendremos ferrocarriles que lleven principalmente las cargas más pesadas, como son la madera y los granos. Eso permitirá que se reparen y mejoren las carreteras, eliminando por ejemplo los “puente angosto – ceda el paso” que corresponden, como mucho, a la primera mitad del siglo XX. Podremos asegurar a los productores y a la población un estable suministro de electricidad a precios competitivos con los de otros países, nuestros vehículos podrán usar combustibles modernos y comparativamente mucho más baratos, tendremos una banda que sea ancha de verdad, uno o más puertos que funcionen acorde a las necesidades del siglo XXI, es decir un conjunto sin fin de medidas dirigidas, por un lado, a reducir los costos de producción y, por otro a mejorar el bienestar de los ciudadanos.  Al mismo tiempo dispondremos de recursos, tanto privados como fiscales, para los gastos más cruciales: salud, educación, seguridad.
Las ventajas para la sociedad vendrán en la forma de miles de empleos nuevos, en actividades internas o exportables, que deberán ser bien remunerados.[iv] Como tendremos un tipo de cambio real más alto ganaremos en capacidad y variedad exportadora al tiempo que reducimos la parte del “costo país” vinculada a las escaseces en infraestructura. Ello llevará a la creación de otros miles de nuevos empleos y, con ello vendrá la viabilidad de empezar a reducir de modo natural el empleo público ofreciendo empleos mejores fuera de dicho sector. Podremos alcanzar un mejor funcionamiento de salud y educación, y tendremos una seguridad efectiva
Qué falta?
El marco jurídico está disponible hace ya varios años.
Sí falta, en primer lugar, la ingeniería de proceso que incluya equipos de análisis de rentabilidad de la inversión que hoy no tienen las AFAP individuales ni los potenciales inversores individuales.
Falta también el personal público que no mire al inversor como a quien “viene a robarse la plata de los trabajadores” de manera que un equipo de trabajo más racional negocie de manera que los ahorros privados, principalmente localizados en las AFAP, puedan invertirse en hacer todo eso.



[i] Demostré esto, con datos sobre ingresos del trabajo disponibles en la página web del Instituto Nacional de Estadísticas, en un número anterior de Portfolio.
[ii] Hay al menos otras dos cajas mentales: una es la inserción internacional que nos mantiene indefensos ante las agresiones de un Mercosur egoísta y tramposo, y la segunda tiene que ver con la educación y su impacto sobre las posibilidades productivas.
[iii] W.A. Lewis, 1954, “Economic development with Unlimited Supplies of Labour”, en The Manchester School, y más profundamente en su 1955, The Theory of Economic Growth, Allen and Unwin, Londres.
[iv] Por eso dije antes que para empleos bien remunerados la oferta de trabajo es muy elástica, aunque no sea literalmente “unlimited”.

Ya veremos

En 2003 el alza del precio de nuestras exportaciones primarias facilitó la rápida recuperación posterior a la crisis de 2002: los datos del INE muestran que, medido el PBI en pesos de valor adquisitivo constante, 2004 fue el año del máximo crecimiento económico desde que hay registros. Se conjugaron al precio de los exportables, el alza del tipo de cambio real y el proceso modernizador en nuestros campos ligado a la llegada de agricultores argentinos que revolucionaron un agro hasta entonces dedicado más que nada a la ganadería extensiva; y también que en 1995 se aprobó la Ley Forestal y en 2000 vino la decisión finlandesa de instalar una planta de exportación de celulosa
Esta bonanza de precios de commodities benefició muchísimo a los terratenientes: el precio de las tierras se multiplicó en promedio por 5, reflejando naturalmente el aumento de la productividad agropecuaria y por tanto el mayor ingreso de los mismos terratenientes que se modernizaron[i]. Esta modernización incluyó el cambio hacia una agricultura más productiva, un mucho mejor manejo del ganado vacuno,  el renacimiento el interés por los ovinos…
Hubo más beneficiarios de la bonanza: empresas y trabajadores urbanos –la banca, la logística, el transporte, el comercio de semillas y otros productos, las empresas que prestan servicios a los arrendatarios extranjeros de tierras que son “productores golondrina”- y la bonanza de precios y productividad también benefició a los trabajadores agropecuarios que siempre habían sido los más pobres del país.
Se agregó, entre 1997 y 98,  un efecto de la crisis en los EE.UU. que se generalizó al mundo desarrollado casi de inmediato: los capitalistas, que normalmente reinvierten sus ganancias en ese mismo mundo, tuvieron que buscar zonas “nuevas” para sus inversiones. Una pequeña parte de ese monto llegó al Uruguay y, en este mercado minúsculo los otrora denostados “capitales golondrina” explican la plétora de ofertas de financiamiento del consumo que han creado la sensación de bienestar popular.
Esta bonanza en materia de capitales golondrina a bajísimo interés benefició a los que pudieron hacerse (más) ricos prestando dineros ajenos. Ocurrió que “había plata de sobra” para prestar que se dirigió a financiar consumos importados que se hicieron particularmente atractivos porque el gobierno redujo cuanto pudo el tipo de cambio para combatir la inflación -generada por su propio exceso de gasto público improductivo- por el camino de importar bienes y servicios ficticiamente abaratados. Esas compras a crédito hicieron felices a muchos trabajadores urbanos que nunca antes habían tenido acceso a toda clase de equipos modernos desde los de música hasta los autos pasando por los juguetes y los viajes al exterior.
La combinación de precios altos y aumento de productividad en el campo hicieron que la clase terrateniente se enriqueciera como nunca y no pusiera inconvenientes a la hora de aceptar un mejor nivel de vida para los trabadores rurales; por su parte, la política salarial en sí misma disparatada y la abundancia de los otros denostados “capitales golondrina” dieron la apariencia de un mejor nivel de vida en las ciudades. No hace falta ser un cientista social muy avispado para entender de dónde vino la sorpresa de los partidos tradicionales el 26 y 27 de octubre.
Tal bonanza fue muy duradera porque lo fueron también las excepcionales condiciones externas. La misma se asocia a la venta de buena parte del país a extranjeros sin más que algún dicho radial de Mujica que su propio partido ignoró. Stora-Enso tiene 255 mil hectáreas por el río Negro. Un productor brasileño compró unas 100 mil hectáreas para abastecer sus frigoríficos. Empresas argentinas explotan más de 200.000 hectáreas para producir de 20 a 25% de la agricultura del país. Contando lo arrendado, a fines de 2008 un cuarto de nuestra tierra era explotada por extranjeros. Y lo mismo ha pasado en gran parte de la industria, particularmente la frigorífica: ya no quedan frigoríficos propiedad de uruguayos.[ii]
Pero la bonanza ya no se sostiene y probablemente se revierta. Si no te he aburrido demasiado, lector, seguiremos con este tema (mañana-la semana-que viene-nunca…)
La combinación de unos doce años de altos precios de nuestros commodities y el influjo de capitales golondrina permitió que los terratenientes se enriquecieran como nunca, que los trabajadores rurales mejoraran sensiblemente y que especialmente los empleados sindicalizados –algo menos de la mitad del total- disfrutara de un nivel de vida prestado en cómodas cuotas. Dije también que toda bonanza se revierte.
Síntomas: en el “núcleo duro” de la industria sufren 10 de los 19 sectores y caen 3 por ciento las horas trabajadas, para recuperar sus pérdidas ANCAP no rebaja el precio interno de los combustibles, lo mismo pasa con los demás entes públicos, Antel gana dinero porque las tarifas de uso de internet están entre las más caras del mundo, FUCREA prevé un desmejoramiento de los mercados, el Presidente de la ARU advierte que el modelo económico, con este tipo de cambio y estos precios, no es sustentable, etc.; para compensar la inflación causada por el exceso de gasto público y reducir la demanda por dólares el BCU vende letras a tasas altísimas; así hay 50 mil empleados públicos más en 10 años, y a su vez se impiden los negocios de PPP que deberían ser la llave de nuestra productividad.
En suma; se terminó el tiempo en que vendíamos caro lo que produce nuestro campo y entraban los capitales golondrina.
Eso significa que se va a trabajar igual para cobrar menos por las exportaciones;
que por tanto se podrá importar mucho menos a medida que se vayan volando las golondrinas;
que nuestras empresas exportadoras van a ganar menos y tratarán de trasladar a salarios parte del costo de la recesión;
pero que se van a encontrar con quienes les hagan cambiar rebaja de salarios por desempleo y quiebras;
que como el dólar se fortalece en el mercado internacional, el equipo económico tendrá que aceptar la devaluación del peso que tanto ha combatido;
que por eso ya no podrá usar la importación de bienes baratos  para que el IPC no suba tanto como la verdadera inflación;
que “la gente” tenga menos dinero, compre menos, se atrase en el pago de los “24 meses sin interés”…
Toda bonanza toca a su fin: cualquier país serio ahorra en la bonanza para enfrentar los retos futuros: eso se llama gasto contra cíclico o regla fiscal. Aquí se encontró “espacio fiscal” para gastar más: así, después de más de diez años de bonanza, el país tiene déficit casi record históricos en sus balances fiscal y externo.
Esta pésima esta gestión económica nos pondrá a navegar a contraviento sin que se haya hecho casi ninguna inversión, como surgió claro en el educado pero severo tirón de orejas que le dieron los finlandeses al “presidente pobre” y el atronador silencio con que Putin miró el mapa de la Esso y China el ferrocarril a ser reconstruido por empleados de AFE. Así conducidas, la estrategia de inserción internacional y la de desarrollo económico no podían tener resultados diferentes.
Un camino razonable debería tener como principios rectores:
ejecutar una profunda auditoría de la ineficiencia y despilfarro en los gastos públicos y volver a la virtual prohibición de contratar empleados públicos;
terminar con la estrategia de incurrir en déficit fiscal y financiarlo con deuda pública a tasas que no se pagan, hoy, en ninguna otra parte del mundo
abrir mercados de exportación para los bienes y servicios uruguayos que se sumen a los ingresos por venta de commodities
entender que hace 60 años se sabe que la inversión que genera ganancias de productividad se recupera en poco tiempo aunque inicialmente aumente el déficit público.[iii]
dragar y mantener las entradas a Montevideo y Nueva Palmira a la profundidad necesaria para los barcos de los próximos años,
reconocer la necesidad de que la inversión pública necesaria debe hacerse con fondos privados retribuidos razonablemente como se hizo en el siglo XIX y principios del XX;[iv]
definir esa inversión pública necesaria en dos subgrupos: uno, la infraestructura social requerida para que se haga realidad la promesa de buenos servicios públicos para los pobres: escuelas y liceos, hospitales y policlínicas, seguridad ciudadana y cárceles adecuadas separadas para adultos y para jóvenes; y, dos, los elementos de la infraestructura necesaria, desde las carreteras, vías de ferrocarril y generación de energía hasta la reorganización del caótico tránsito montevideano y su acumulación de basura.



[i] Porque hay quienes usan esta expresión como un insulto, aclaro que la uso en el sentido del Diccionario: son los que tienen tierra.
[ii] Esta información y mucha más sobre la extranjerización producida durante los gobiernos “de izquierda” se encuentra en Herrera y Berterretche, 2010, Uruguay: El “modelo progresista”…Un país a la venta.
[iii] Alcanza con conocer, por ejemplo, W. Arthur Lewis, 1954 “Economic Development with unlimited supplies of labour”, Manchester School, que junto con obras semejantes sucesivas, le valieron el Premio Nobel de Economía.
[iv] No exagero: hablo del puerto, la rambla de Montevideo, los barrios de Reus, los emprendimientos de Piria, el Palacio Salvo…


miércoles, 5 de marzo de 2014

Dos frases y el avance en su tarea


Aquella frase que pareció cómica, “como te digo una cosa te digo la otra” le ha servido a Mujica para mentir seguido sin consecuencias porque la gente se encoge de hombres y dice “y… como te digo una cosa…”. Por ejemplo, quién se acuerda que dijo que si le llegaba una ley de prensa iba al basurero? Y que no habría impuesto a la tenencia de tierras? Y que… bué, no hay espacio para tanto recuerdo.

Lo que no tiene nada de cómico es esta otra frase según la cual "lo político supera largamente lo jurídico", dicha a la salida de la vergüenza de Mendoza, que es la perfecta negación de la democracia porque ésta se basa en el respeto a las normas jurídicas.

Mentiras y actitudes anti democráticas.

Era de esperarse de un tupamaro irredento, que una vez dijo que se arrepentía, sí, pero sólo de que la subversión se inició antes de estar prontos para ganar la guerra. Y que está unido a otra tupa igualmente irredenta y más trasparente que pide que el Ejército la ayude a destruir la democracia uruguaya, una vez más. La pareja presidencial chacarera apunta a reemplazar nuestra democracia por un socialismo del siglo XXI a la Chávez.

Eso me obliga a pensar que la colección de errores, propuestas descabelladas, traspiés, tapujos de crímenes espectaculares, violaciones constitucionales, entregas de soberanía a las vecinas, sugerencias increíbles –como la bobada de la marihuana- que se desarman al costo de no dejar tiempo y paz de espíritu para enderezar todo lo que hay que enderezar, no son fruto de una impresionante incompetencia sino una forma deliberada de minar más aun la imagen que el pueblo tiene del gobierno y los políticos. Durante los ´60 una serie de gobiernos descaminados  llevó, sin quererlo, a que cuando vino el golpe la ciudadanía no estuviera mayormente dispuesta a defender la democracia. Del mismo modo, desde el Sanguinetti restaurador en adelante, incluyendo al Presidente part-time elegido en 2004, seguramente ningún gobierno quiso minar la democracia,.

No así en el episodio bordaberrista ni en el gobierno actual.

La reforma de la salud destroza el sistema público al retacearle fondos porque muchos se irían a atender en las mutualistas, y pone a éstas al borde del precipicio porque no tienen cómo atender la marea humana que, de golpe, se les viene encima.

Se destruye la educación con aquel Consejero que quería terminar con las pruebas PISA para compararnos con Venezuela y Bolivia y con debilidades como las exhibidas por ambos gobiernos frentistas ante los reclamos insólitos de las corporaciones docentes. El contraste entre el rendirse ante esas corporaciones que cada día piden más, y la virulencia con que se enfrentó el pedido de los cirujanos de que se les pagara el turno nocturno como a cualquier trabajador es apabullante, no sólo porque pasaron con diferencia de un día o dos sino porque lo que se concedió costará muchísimo más que lo que se negó.

La seguridad, destruida porque durante 40 años el FA ha tratado de “botón” o de “prepotente” a todo aquel que haya intentado hacer cumplir las normas –para ni entrar en aquello del Filtro- y, así, ningún policía puede atreverse a actuar con firmeza.

Desaparece la cohesión social que se basaba en los empleos urbanos aceptablemente remunerados (el 95 por ciento de los uruguayos son urbanos) mientras festejan que exportamos lo que sale de la tierra –así ganan, primero y principal, los dueños de la tierra- y le dan subsidios MIDES a los pobres para poder pavonearse con que bajaron la pobreza y la indigencia.

La política externa, manejada en clave de amiguismo, suma una nueva vergüenza cada mes, con una triste sumisión a las pequeñas tiranas de los países vecinos, coronada por la deshonra de revivir la triple alianza contra Paraguay y la ignorancia de así arriesgar nuestros intereses propios como país chico.

Cada semana hay un cuento nuevo. Los más recientes son fabricar miles de taxis con una inversión privada con fin de lucro que será financiada por … ¡el BID!, los sís y nos de UTE con la empresa de los Kirchner y la presidencial angustia por Fripur, la empresa de su benefactor, … A todo esto, otro contraste horrendo: los trabajadores de Pluna, colgados del pincel..

Cada semana pierden credibilidad el gobierno, los políticos y los medios de prensa.

Salud, educación, seguridad, cohesión social, política exterior, gobierno honesto, credibilidad… Había algo más que pudiera destruir este gobierno? No? Pues entonces bastante avanzado está en su tarea de preparar el derrumbe de la democracia.

Hay quien dice que estoy tremendista, y ojalá tenga razón. Pero temo estar en lo cierto y recuerdo que las dictaduras marxistas duran muchas décadas.

Siguen olvidando el mercado laboral


He escrito antes que el errado o inexistente análisis del mercado de trabajo es causa de los más graves errores de nuestra política económica.

En países en desarrollo donde muchos de los empleos son deficitarios por bajo ingreso, horarios muy extensos, ausencia de cobertura social, inestabilidad, inexistente cuidado por el físico del trabajador, etc., no alcanza con que baje la tasa de desempleo sino que hay que pensar en la calidad del empleo.

Cuando por décadas hay empleos “decentes” y “de los otros”, la sociedad se disgrega porque todos trabajan pero una parte de la población se incorpora a la modernización y vive al menos relativamente bien; pero la otra parte, grande, que a menudo estudió en la misma escuela y vive en un barrio cercano, por distintas razones no logra incorporarse y es un espectador angustiado del progreso de sus iguales que lo dejan a la vera del camino.

Los que sólo miran indicadores macro confunden crecimiento con desarrollo y, como si fuéramos libro de texto antiguo, creen que pronto vendrán los empleos decentes, de modo que sólo hay que subsidiar a los pobres por un tiempito hasta que se incorporen, solitos, a la modernización.

Pamplinas.

Los que miramos el mercado de trabajo nos damos cuenta que no es así, especialmente cuando “el modelo” de crecimiento se basa en exportar lo que sale de la tierra y por ende beneficia principalmente a los dueños de la misma, a los que la tomaron en arriendo “antes del boom de precios”, a los que ayudan a generan las alzas espectaculares de la productividad proveyendo los muchos insumos en que ella se basa, y a los que proveen el conjunto de servicios de logística –incluyendo el sector financiero- que permiten concretar en exportaciones rentables lo que surge de la fertilidad de la tierra. Naturalmente, este progreso se extiende a muchos de los que trabajan en esas empresas, a veces rurales pero más frecuentemente parte del ámbito urbano donde vive el 95 por ciento de los uruguayos.

Casi todos los problemas sociales que nos angustian pueden rastrearse a la capacidad y posibilidad que distintos grupos han tenido, o no, para insertarse en un mundo que se moderniza. Los que sí, bien por ellos. Me preocupan los que no que, según los datos de INE en 2011, todavía eran la mayoría de todos los trabajadores del país.

Por supuesto, cuando la divergencia dura décadas, se le agregan otros de idéntico origen: las calles son bocas de lobo cuando la UTE se cansa de cambiar lamparitas rotas por vándalos impunes, los que no pueden soportar los costos de la vida urbana se mudan a cantegriles, los mejores maestros y profesores eligen no ir a enseñar en barrios de “contexto crítico”, los comercios asaltados una y otra vez se retraen, y por fin no sólo los taxistas y los omnibuseros sino hasta la Policía se niega a entrar en los mismos en horas de oscuridad.

La explicación se remonta, a mi juicio, a que hace unos 55 años se popularizó en nuestro país la expresión “la industria es inefishente” que era el cerno de la idea de gobierno de Benito Nardone. Algo de eso era cierto: buena parte de la industria uruguaya, intensamente protegida, no resistía ningún test de eficiencia. Por esos mismos años, del otro lado del mundo había una situación semejante pero un gobierno inteligente: los gobernantes coreanos dejaron claro a sus industriales que, o con su ayuda se transformaban en eficientes –y la condición era exportar rentablemente- o quebraban. Corea del Sur era un país muy pobre, apenas saliendo de una guerra espantosa; en los ’60 emprendió un camino exportador industrial y hoy su ingreso per cápita duplica el nuestro.

Aquí, al contrario, se aplicaron políticas económicas que equivalían a hacer que se corriera una carrera entre un hombre por la arena seca y otro con el agua hasta los testículos y, cuando éste perdiera, castrarlo por “inefishente” como se hizo con la industria. En efecto, la fertilidad de nuestra tierra es tal que ya implicaba que incluso los que hacían ganadería extensiva y se jactaban de ello, podían exportar con un tipo de cambio que a la industria la mataba porque ésta no se beneficiaba de aquella fertilidad.

Se forzó así lo que recientemente hizo decir al Ministro Tabaré Aguerre, que “el concepto de primarización de la economía es tan anacrónico como conservador”. Como era Chicotazo hace 55 años y como son hoy los jerarcas de la economía que se dicen de izquierda.

Entonces, ¿qué sociedad se construyó con un sector agropecuario en explosión productiva y el resto de la sociedad teniendo que vivir de aquello? Algunas sociedades que así se construyen son del tipo de la Venezuela de Chávez donde hay un sector primario exportador inmensamente productivo que equilibra el balance comercial a baja tasa de cambio, emplea poca gente y hace llegar mendrugos de bienestar a los demás.

El caso uruguayo es mucho más injusto: la aparición de las 4x4, los uruguayos que viajan a todas partes, los yates, los apartamentos y casas de lujo se deben a que las ganancias derivadas de la exportación agropecuaria quedaron en manos de los privados. Pienso en los mismos cuatro grupos: los dueños de la tierra, los que la arrendaron temprano, las empresas que posibilitaron la modernización productiva y las que aportaron la logística exportadora. Incluyendo sus empleados.

Entonces, el mercado de trabajo muestra dos grupos muy distintos: en 2011 –el mejor año de la historia económica nacional- había unos 800 mil trabajadores que negociaban colectivamente porque eran empleados públicos o de empresas grandes y medianas; a ésos les iba bien, habían tenido alzas importantes en sus ingresos reales y en ello se basa el cuento de que mejoró la distribución del ingreso.

Al mismo tiempo se cuentan unos 850 mil activos empleados en empresas pequeñas, o por su cuenta, o eran jubilados del BPS o estaban desempleados; a éstos no les va bien, son “diezmilpesistas” o ni siquiera eso.

Respecto de los resultados de esta estrategia de esta “izquierda agrarista”, repitamos lo que dijeron los jerarcas del MGAP en diciembre de 2012:

El número de explotaciones agropecuarias descendió 21,4% desde el año 2000, según el Censo Agropecuario 2011 (…) Se verificó la existencia de 44.890 explotaciones agropecuarias –12.241 menos que las 57.131 que censadas hace 11 años–, lo que motivó que el (…) director del Área de Estudios Agroeconómicos del MGAP expresara que “ni en las guerras” hubo en el país tal dinámica, con cambios estructurales que han sido “muy grandes”(…) El Censo de 2011 permitió conocer que el 56% de las explotaciones acumulan apenas el 5% de la superficie, en tanto, en el otro extremo, el 9% de las explotaciones acumulan más del 60% de la superficie.

El Banco Mundial y la Universidad de Sussex produjeron en 1974 un libro[1] que ofrecía una estrategia de cinco puntos que es un calco de los que se hizo en estos casi 10 años. Dejar crecer la economía aprovechando ventajas naturales, aumentar gasto en salud y educación, subsidiar a los pobres y, si fuera políticamente conveniente, distribuir activos marginales.[2]

Aquellas antiguallas dignas de Nardone resultan en que no menos de un tercio de los uruguayos siguen viviendo con necesidades básicas insatisfechas después de los diez años más favorables de la crónica económica nacional, a pesar de que los déficit fiscal y externo son los mayores desde que se derrumbó la economía del atraso cambiario en 1982 y en 2002.



[1] World Bank & IDS, 1974 Redistribution with growth, Oxford University Press, Norfolk, Reino Unido.
[2] La quinta, “reduzca la natalidad” no es aplicable al Uruguay.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Del mercado de trabajo se dice que la tasa de desempleo abierto es baja. Por otros caminos se dice que hay gente que gana poco. Aunque se sabe que hay un gran contingente de excluidos de los beneficios del crecimiento, ello casi nunca se vincula al mercado laboral.[1]
Primero, un buen análisis del mercado de trabajo es lo más importante para una estrategia de desarrollo que se proponga mejorar la distribución del ingreso y terminar con la segregación social. Ignorar el mercado laboral es no entender de justicia social.
Segundo, poco desempleo y bajo ingreso a menudo van juntos: si en una familia nadie gana ni cerca de lo necesario para que la familia sobreviva, entonces todos sus miembros tienen que trabajar en lo que puedan, aun en actividades de pésimo rendimiento, con tal de ayudar a “parar la olla”. Es la historia de décadas de migración desde zonas rurales donde todos trabajan ganando muy poco, a ciudades donde se gana tanto más cuando uno tiene empleo que se puede salir bien parado aunque se sufran períodos de desempleo.[2] En otras palabras, es la proliferación de los “diezmilpesistas” –entre ellos los malabaristas de esquina y esquemas semejantes- lo que explica en gran medida la baja tasa de desempleo abierto.[3]
Tercero y mucho más importante, exportar bienes primarios sin procesar o con mínimo procesamiento, genera enormes ganancias para los dueños de la tierra que ha quintuplicado su valor y el monto de sus arrendamiento, tanto como para quienes explotan tierras arrendadas. También provee mejores empleos que nunca para ingenieros agrónomos, veterinarios y otros técnicos asociados a la modernización. Es muy probable que otros trabajadores agropecuarios se hayan beneficiado también.
Todo ello probablemente significa que los beneficiarios directos del crecimiento agropecuario llegan a ser algo así como un 10 por ciento de la población, porque ésta es urbana en casi 95 por ciento.
Pero ocurre también que en las áreas urbanas donde viven y trabajan casi todos los uruguayos, ha habido notables beneficios para los que proveen las maquinarias e insumos para la modernización, y empleo para un grupo de empresas y gente del área de servicios asociados a la creciente exportación agropecuaria: actividades de logística, transporte, financiamiento, comercio exterior, etc.
Se puede calcular que en total, algo menos de la mitad de los trabajadores uruguayos se beneficia directa o indirectamente del crecimiento basado en lo que sale de la tierra.
Como la inmensa mayoría de lo que se exporta –la excepción es la celulosa, pero aun ella se procesa fuera del área urbana- sale con nulo o escaso procesamiento industrial, una alta proporción de los trabajadores del sector urbano privado -que en países con otros modelos de crecimiento son ejecutores y beneficiarios de los procesos de modernización e inserción internacional exitosa- aquí sólo consiguen trabajar en actividades de pequeño comercio y pequeños servicios que les procuran muy bajos ingresos y entonces explican, como dije arriba, tanto el estancamiento socioeconómico urbano como la brecha creciente entre los que encuentran espacio en el modelo y los que no lo logran.


Quienes no encajan en el modelo primario exportador surgen claramente de los dos gráficos anteriores: son los asalariados de las empresas pequeñas (casi 25 por ciento), los trabajadores por cuenta propia con y sin local (23 por ciento), los beneficiarios de los programas sociales[4] y los desempleados.[5]
Esos son los pobres en nuestra sociedad, son esencialmente la mitad del empleo y más de la mitad de la fuerza de trabajo, pero no son el centro de atención ni de los Consejos de Salarios, ni del PIT-CNT ni del Ministerio de Trabajo.
Este modelo de crecimiento primario exportador que han fomentado todos los gobiernos uruguayos de hace muchas décadas deja de lado que exportar lo que sale de la tierra es lo que nos convierte en “el país del futuro”… hace un siglo.
Ignorar las consecuencias del tipo de esquema económico sobre el mercado laboral y, a través de éste, sobre la distribución del ingreso y el desarrollo social explica por qué hemos pasado de ser la excepción en un continente injusto a donde estamos hoy, con la mitad de nuestros trabajadores en carácter de “diezmilpesistas” o apenas más, a menudo mucho menos.
La solución la sabemos todos, porque todos sabemos que un país chico necesita exportar.
Pero los que no piensan en el mercado laboral no se dan cuenta que se trata de exportar trabajo uruguayo.
Para ello hay que decidirse de una vez a exportar a quien quiera comprarnos, aunque no les guste a los “socios” del Mercosur.
La pregunta que se hacen muchos “exportar… qué?” es inaceptable porque para eso están los inversores y empresarios, esos mismos que con el modelo actual producen granos para exportar sin agregar valor o construyen malls de compras o edificios fastuosos en la costa, porque para esas inversiones hay demanda hoy, y es negocio hacerlo. Esos mismos inversores aceptarán el ofrecimiento de otro paradigma de crecimiento, dentro del cual puedan rentablemente invertir en producción para exportar trabajo uruguayo.
Hay que invertir en la infraestructura necesaria para el comercio exterior: hay que generar electricidad abundante a precios competitivos, hay que profundizar los puertos y sus accesos, hay que resolver cómo transportar a ellos los bienes exportables y desde ellos los importados –por tren? por carretera? desde y hacia qué puerto(s)?- [6], hay que tener una banda ancha que sea “ancha” de verdad, hay que reducir los costos de nuestros salarios en términos de dólares, hay que terminar con los estímulos negativos de la estructura impositiva y de seguridad social y hay que, reitero, vender a quien quiera comprarnos.
Y, como se hizo en Brasil entre 1999 y 2002, hará falta una unidad no burocratizada de promoción de exportaciones que empiece por mostrar a los potenciales exportadores qué se demanda en los países Tal y Cual, continúe por ayudarlos a adaptar su producción a los patrones demandados, y termine por apoyarlos con crédito y crear una “marca país” válida para promocionar industria y servicios exportables.
Todo eso se puede al menos iniciar si de verdad toda la inversión pública se financia con ahorros privados.[7]
El componente económico de infraestructura de comercio exterior se puede financiar otorgando a los financiadores privados el derecho al cobro de peajes.
Pero hay un crucial componente social, hoy en ruinas, que también hay que atender por la misma vía de la inversión pública con fondos privados: la infraestructura de la educación, de la salud y de la seguridad. Claro que no se puede cobrar peaje por ir a la escuela o al dispensario o a la cárcel, pero ya que es claro que la seguridad de los bonos del Estado uruguayo no difiere de la de los de EE.UU, la solución lógica es que el Estado pague por estas obras edilicias con bonos cotizables en Bolsa, lo cual “licúa” el esfuerzo de inversión y lo hace accesible a un número importante de pequeños inversionistas potenciales.
Poner en marcha un tal mecanismo tendría efectos macroeconómicos muy positivos.
Se reduciría el gasto público en varios puntos de por ciento del PBI y así se desvanecería el fantasma inflacionario siempre que no se insista en otorgar alzas salariales insostenibles.
Se reduciría el tamaño de la devaluación necesaria para reconstruir la competitividad perdida.
El proceso de inversión pública dejaría de estar constreñido por el presupuesto.
Los tiempos de construcción se reducirían sensiblemente.
Se reducirían mucho los costos internos –típicamente de energía y transporte- haciendo más competitiva la producción nacional de bienes y servicios transables.
Y, lo más importante, se generaría una fuerte demanda por trabajo de mediana calificación, que ayudaría a recomponer los niveles de ingreso urbano y así mejorar incluso los ingresos de los que hoy venden bienes y servicios a los trabajadores de las ciudades.
Lo demás se nos daría por añadidura.


[1] Ahora adoptaron la expresión de “núcleo duro de la pobreza” que en el resto de América Latina se usó a fines del siglo pasado y se dejó de usar hace muchos años porque no tiene sentido que incite a creer que hay gente irrecuperable a la cual hay que otorgarle dádivas. Núcleo duro, digamos 7%  de la población, más de 200 mil habitantes? Qué disparate!
[2] Hace más de 40 años que la aparente contradicción de emigrar hacia lugares con más desempleo fue explicada por el llamado “modelo de Harris-Todaro” en las ediciones de 1969 y 1970 de la American Economic Review. Los economistas uruguayos, quizá por no leer en inglés, rara vez tienen esto en cuenta.
[3] Los malabaristas son considerados ocupados porque responden “sí” a la pregunta (que se hace aquí como en todas partes) de si “hizo algo en la semana de referencia que le permitió obtener algún ingreso”. Si un punguista o copador contestara honestamente a la pregunta del cuestionario de la Encuesta, también aparecería como ocupado –y con mejor ingreso que el malabarista.
[4] Esta cifra seguramente es mucho mayor. Pero la mayoría de esos beneficiarios probablemente tiene otra fuente de ingresos que es la que declaran.
[5] Los datos provienen de una retabulación de la Encuesta de Hogares de 2011 que están disponibles en la página web del INE.
[6] Hay un esfuerzo por generar electricidad por vía de molinos de viento; pero cuando se importan los molinos necesarios para abastecer una fracción pequeña de la demanda, resulta que no hay carreteras por dónde trasportarlos sin crear un caos de tránsito carretero y probablemente destrozar los caminos más aún que la madera y los granos.
[7] Será necesario volver a generar en los inversores la confianza que Mujica creó en el Conrad y después fue demoliendo concienzudamente a partir de su “giro a la izquierda”.

Para distribuir hay que cambiar el uso de los recursos


En 1969, sin terminar Ciencias Económicas tuve el descaro de postular a un curso de posgrado sobre temas económicos en Chile. Estuve ahí todo el año 70, me apasioné por la candidatura de Allende y de hecho salí a festejar por las calles el 4 de setiembre cuando ganó –claro, yo era de los que marchábamos por 18 y al llegar a Yaguarón gritábamos “ahí están/esos son/los que venden/la Nación!”, al pasar frente al diario El Día.[1]

En Chile, ese 71 fue un año de gloria izquierdista, con crecimiento, con reforma agraria, con toda clase de programas que prometían llevar al país a una mejor distribución del ingreso, con nacionalizaciones de empresas extranjeras –hasta el cobre de los yanquis a pesar de la Enmienda Hickenlooper!- y estatizaciones de empresas y bancos nacionales, con impuestos finalistas para la redistribución del ingreso y con gasto, mucho gasto, para revertir rápidamente la explotación y la miseria.

Ya en el 72 a los que mirábamos las cifras macroeconómicas nos empezó a entrar la duda porque eran grandes y crecientes la inflación y los déficit interno y externo. Un querido compatriota inauguró una revista de la OPP llamada Nueva Economía con un exordio en que explicó que la revista iba a mostrar que las limitaciones de que hablaban la teoría monetaria y la fiscal “neoclásicas” eran paparruchas y que la revista se creaba para demostrarlo.[2]

En el 73 hasta los más recalcitrantes nos dábamos cuenta que lo que estaba agotado era el modelo distributivista a ultranza que es una traducción al marxismo decimonónico de aquello que suena a monje medieval, de “haz el bien y no mires a quién”.

Al menos, Pedro Vuskovic y su equipo económico tenían claro que si no afectaban el acceso a recursos productivos, distribuir por la vía del ingreso y el gasto públicos era una utopía. Casi 40 años después, el Chile de hoy le da la razón: desde que se fue el pinochetismo, sucesivos gobiernos han hecho todo lo imaginable y más, para distribuir por la vía de cobrar impuestos y usarlos para beneficiar a los pobres. La distribución del ingreso en Chile no ha variado un ápice desde que se fue Pinochet hasta hoy, por mucho que les pese a los democristianos y a los socialistas e incluso a la derecha que va saliendo después de hacer esfuerzos igualmente genuinos y descaminados por cambiar la distribución del ingreso y el bienestar sin tocar nada que tenga que ver con el uso de los recursos productivos.[3]

Estoy abogando por volver a la reforma agraria, las nacionalizaciones y estatizaciones?

De ninguna manera, primero porque resulta que estaba ahí para ver cómo dejan de producir y se pierden los recursos productivos cuando falta el que sabía manejarlos. Y segundo porque en setiembre de 1973 los dueños primitivos de los recursos tuvieron su revancha tan efectiva como salvaje. Y sí, hubo intervención yanqui en apoyo de la reacción de parte de los antiguos dueños del poder y la riqueza. Pero a mediados del ´73 todos, dentro y fuera de la Unidad Popular, habíamos aprendido dos cosas: que los límites existen, y que la redistribución vía estatizaciones es inútil si no hay un cambio productivo viable hacia una economía con muchísimos más empleos de alta calidad.

Si no fuera porque eso lo sabían hasta los minifundistas y los que administraban un kiosquito, el pueblo chileno, que no es pusilánime, se habría alzado a defender “su revolución”. No pasó, ni hubo un baño de sangre, porque nacionales y extranjeros habíamos aprendido que la revolución y el cambio profundo no se hacen a gritos ni con eslóganes perimidos sino con trabajo serio a lo largo de un tiempo extenso.

Los Mil Días de Salvador Allende –tan admirable hombre como incompetente conductor- me enseñaron lo que no se puede hacer. Y que si por pedantes esquemas mentales uno insiste en hacerlo, será a costa del sufrimiento de los otros, de aquellos a quien uno dijo que iba a ayudar.

Entonces, ¿quedamos sujetos, como los gobiernos del Frente Amplio, a seguir cuatro de las cinco recomendaciones que hizo el Banco Mundial en 1974?

Veamos. Las recomendaciones eran: crezca aprovechando sus ventajas naturales, aumente mucho el gasto en salud y educación, elimine la indigencia y reduzca mucho la pobreza mediante subsidios monetarios y, si es políticamente necesario, distribuya activos productivos marginales.[4] La quinta era reduzca el crecimiento demográfico que no era aplicable al Uruguay ni siquiera en 1974 cuando se publicó el libro - en 1974, reitero!

Eso es exactamente lo que se ha hecho en estos casi diez años, porque los que no se dan cuenta que la justicia distributiva sólo puede venir del empleo productivo no tienen otra que seguir esas recomendaciones. Pero ellas no funcionan porque un país donde 95 por ciento de la gente vive en áreas urbanas no puede ofrecer empleos decentes a toda su gente si la producción altamente productiva de bienes transables es sólo agropecuaria.

No funcionan porque querer crecer y distribuir, sin tomar seriamente en cuenta la generación de empleos productivos y bien remunerados, no tiene futuro.

Y en un país pequeño como el nuestro el éxito exige crecer exportando trabajo de su gente junto, por supuesto, con lo que surge de la feracidad de sus tierras. Y ello sólo es posible si se produce un cambio radical en la política de inserción internacional, de inversión y de gasto público junto con la monetaria y fiscal.[5]

Prueba de que cojea  la receta bancomundialista “à la FA” es la situación del mercado de trabajo uruguayo en su mejor año, 2011.[6] Los daros provienen de una retabulación de los datos agregados por el INE para 2011, de la Encuesta Nacional de Hogares Ampliada.[7]

Número
Porcentaje
Ingreso promedio
Ingreso mediano
Asalariado público
236954
15,4
21341
18409
Asal priv emp gdes
348177
22,6
20236
15449
Miembro coop
2647
0,2
16920
13348
Asal priv emp medias
209277
13,6
15257
12450
CP con inversión
309179
20,1
12049
8000
Asal priv emp peq
383020
24,9
9172
8000
Prog soc de empleo
1999
0,1
5382
5240
CP sin local
46347
3,0
3843
2800
Empleo total
1537600
100,0
Desempleo
98000
Fuerza laboral
1635600

 

Como se ve en este cuadro, de poco más de un millón seiscientos mil personas activas[8], casi 800 mil están en una situación razonablemente buena –no son “diezmilpesistas”- que sin duda se asocia a estar sindicalizados y cubiertos por los acuerdos que se alcanzan en los Consejos de Salarios; de ellos, casi un tercio son los empleados públicos que en promedio ganan más que los asalariados de las grandes empresas. Pero atendamos a que los tres grupos de más alto ingreso –en el sentido de que su mediana está claramente arriba de los 10 mil pesos- son los empleados públicos o cooperativistas y los asalariados de las empresas mayores: casi 40 por ciento del total. La mitad de los asalariados privados de empresas medianas superan por muy poco la barrera de los 10 mil pesos.

Pero quedan fuera de protección, olvidados por los CC.SS., por el Ministerio de Trabajo, por todo el gobierno que ni los menciona y, en esencia, hasta por la oposición, los otros casi 840 mil que incluyen a los asalariados de empresas pequeñas, los ocupados por cuenta propia con o sin local, los beneficiarios de los programas sociales de empleo y los desempleados.

Esto, estimado lector, no es lo que yo llamo un mercado de trabajo deseable, y especialmente dado que se llega a él después de los mejores diez años de situación económica externa de que este economista setentón tenga memoria.

Ese mercado de trabajo indeseable es lo que produce los resultados desastrosos que reveló el Censo de 2011 en materia de insatisfacción de necesidades básicas.

El Gobierno puede jactarse de haber casi eliminado la indigencia y reducido mucho la pobreza pero solo si se las mide por el ingreso de la semana de referencia de la encuesta, ingreso que incluye las dádivas del Mides.

Pero esas dádivas no cambian que a esa familia “ya no pobre” se le llueve el techo, tiene “luhelétrica” sólo colgándose de la red, no tiene saneamiento y muy probablemente accede a agua corriente solo yendo con baldes a la única canilla del asentamiento. Ni hablar de seguridad, salud y educación.




[1] Me fue tan bien en el curso que a mediados del 71 estaba de vuelta en Chile, empleado por la Organización Internacional del Trabajo en el área del empleo y, más importante, de los ingresos que el trabajo procuraba. Ahí empecé a aprender  lo que aquí señalo.
[2] Aún no se había incorporado en América Latina el término neoliberal pero en ese entonces,  decir neoclásico era ese mismo insulto.
[3] El período pinochetista había sido de gran concentración y se reía posible revertir eso en poco tiempo.
[4] IBRD & IDS Sussex, Redistribution with growth, 1974, Oxford University Press.
[5] J. Mezzera, “Crecer exportando trabajo uruguayo”, Voces 398, 15 de agosto de 2013
[6] Como sabemos, ya en 2012 comenzaron a notarse los efectos de una reducción en los precios de las exportaciones primarias.
[7] Ésta es una de las dos o tres mejores encuestas de hogares de las Américas.
[8] Llamamos “activos” a quienes tienen trabajo o lo están buscando activamente.