En 2003 el alza del precio de nuestras exportaciones
primarias facilitó la rápida recuperación posterior a la crisis de 2002: los
datos del INE muestran que, medido el PBI en pesos de valor adquisitivo
constante, 2004 fue el año del máximo crecimiento económico desde que hay registros.
Se conjugaron al precio de los exportables, el alza del tipo de cambio real y el
proceso modernizador en nuestros campos ligado a la llegada de agricultores argentinos
que revolucionaron un agro hasta entonces dedicado más que nada a la ganadería
extensiva; y también que en 1995 se aprobó la Ley Forestal y en 2000 vino la
decisión finlandesa de instalar una planta de exportación de celulosa
Esta bonanza de precios de commodities benefició muchísimo a
los terratenientes: el precio de las tierras se multiplicó en promedio por 5,
reflejando naturalmente el aumento de la productividad agropecuaria y por tanto
el mayor ingreso de los mismos terratenientes que se modernizaron[i]. Esta
modernización incluyó el cambio hacia una agricultura más productiva, un mucho
mejor manejo del ganado vacuno, el
renacimiento el interés por los ovinos…
Hubo más beneficiarios de la bonanza: empresas y
trabajadores urbanos –la banca, la logística, el transporte, el comercio de
semillas y otros productos, las empresas que prestan servicios a los
arrendatarios extranjeros de tierras que son “productores golondrina”- y la bonanza
de precios y productividad también benefició a los trabajadores agropecuarios
que siempre habían sido los más pobres del país.
Se agregó, entre 1997 y 98, un efecto de la crisis en los EE.UU. que se
generalizó al mundo desarrollado casi de inmediato: los capitalistas, que
normalmente reinvierten sus ganancias en ese mismo mundo, tuvieron que buscar
zonas “nuevas” para sus inversiones. Una pequeña parte de ese monto llegó al
Uruguay y, en este mercado minúsculo los otrora denostados “capitales
golondrina” explican la plétora de ofertas de financiamiento del consumo que
han creado la sensación de bienestar popular.
Esta bonanza en materia de capitales golondrina a bajísimo
interés benefició a los que pudieron hacerse (más) ricos prestando dineros
ajenos. Ocurrió que “había plata de sobra” para prestar que se dirigió a
financiar consumos importados que se hicieron particularmente atractivos porque
el gobierno redujo cuanto pudo el tipo de cambio para combatir la inflación
-generada por su propio exceso de gasto público improductivo- por el camino de importar
bienes y servicios ficticiamente abaratados. Esas compras a crédito hicieron
felices a muchos trabajadores urbanos que nunca antes habían tenido acceso a
toda clase de equipos modernos desde los de música hasta los autos pasando por
los juguetes y los viajes al exterior.
La combinación de precios altos y aumento de productividad
en el campo hicieron que la clase terrateniente se enriqueciera como nunca y no
pusiera inconvenientes a la hora de aceptar un mejor nivel de vida para los
trabadores rurales; por su parte, la política salarial en sí misma disparatada
y la abundancia de los otros denostados “capitales golondrina” dieron la
apariencia de un mejor nivel de vida en las ciudades. No hace falta ser un
cientista social muy avispado para entender de dónde vino la sorpresa de los
partidos tradicionales el 26 y 27 de octubre.
Tal bonanza fue muy duradera porque lo fueron también las
excepcionales condiciones externas. La misma se asocia a la venta de buena
parte del país a extranjeros sin más que algún dicho radial de Mujica que su
propio partido ignoró. Stora-Enso tiene 255 mil hectáreas por el río Negro. Un
productor brasileño compró unas 100 mil hectáreas para abastecer sus
frigoríficos. Empresas argentinas explotan más de 200.000 hectáreas para
producir de 20 a 25% de la agricultura del país. Contando lo arrendado, a fines
de 2008 un cuarto de nuestra tierra era explotada por extranjeros. Y lo mismo
ha pasado en gran parte de la industria, particularmente la frigorífica: ya no
quedan frigoríficos propiedad de uruguayos.[ii]
Pero la bonanza ya no se sostiene y probablemente se
revierta. Si no te he aburrido demasiado, lector, seguiremos con este tema (mañana-la semana-que viene-nunca…)
La combinación de unos doce años de altos precios de
nuestros commodities y el influjo de capitales golondrina permitió que los
terratenientes se enriquecieran como nunca, que los trabajadores rurales
mejoraran sensiblemente y que especialmente los empleados sindicalizados –algo
menos de la mitad del total- disfrutara de un nivel de vida prestado en cómodas
cuotas. Dije también que toda bonanza se revierte.
Síntomas: en el “núcleo duro” de la industria sufren 10 de
los 19 sectores y caen 3 por ciento las horas trabajadas, para recuperar sus
pérdidas ANCAP no rebaja el precio interno de los combustibles, lo mismo pasa
con los demás entes públicos, Antel gana dinero porque las tarifas de uso de
internet están entre las más caras del mundo, FUCREA prevé un desmejoramiento
de los mercados, el Presidente de la ARU advierte que el modelo económico, con
este tipo de cambio y estos precios, no es sustentable, etc.; para compensar la
inflación causada por el exceso de gasto público y reducir la demanda por
dólares el BCU vende letras a tasas altísimas; así hay 50 mil empleados
públicos más en 10 años, y a su vez se impiden los negocios de PPP que deberían
ser la llave de nuestra productividad.
En suma; se terminó
el tiempo en que vendíamos caro lo que produce nuestro campo y entraban los
capitales golondrina.
Eso significa que se va a trabajar igual para cobrar
menos por las exportaciones;
que por tanto se podrá importar mucho menos a medida que
se vayan volando las golondrinas;
que nuestras empresas exportadoras van a ganar menos y
tratarán de trasladar a salarios parte del costo de la recesión;
pero que se van a encontrar con quienes les hagan cambiar
rebaja de salarios por desempleo y quiebras;
que como el dólar se fortalece en el mercado
internacional, el equipo económico tendrá que aceptar la devaluación del peso
que tanto ha combatido;
que por eso ya no podrá usar la importación de bienes
baratos para que el IPC no suba tanto
como la verdadera inflación;
que “la gente” tenga menos dinero, compre menos, se atrase
en el pago de los “24 meses sin interés”…
Toda bonanza toca a
su fin: cualquier país serio ahorra en la bonanza para enfrentar los retos futuros:
eso se llama gasto contra cíclico o regla fiscal. Aquí se encontró “espacio
fiscal” para gastar más: así, después de más de diez años de bonanza, el país
tiene déficit casi record históricos en sus balances fiscal y externo.
Esta pésima esta gestión económica nos pondrá a navegar a
contraviento sin que se haya hecho casi ninguna inversión, como surgió claro en
el educado pero severo tirón de orejas que le dieron los finlandeses al
“presidente pobre” y el atronador silencio con que Putin miró el mapa de la
Esso y China el ferrocarril a ser reconstruido por empleados de AFE. Así conducidas,
la estrategia de inserción internacional y la de desarrollo económico no podían
tener resultados diferentes.
Un camino razonable debería tener como principios rectores:
ejecutar una profunda auditoría de la ineficiencia y
despilfarro en los gastos públicos y volver a la virtual prohibición de contratar
empleados públicos;
terminar con la estrategia de incurrir en déficit fiscal y
financiarlo con deuda pública a tasas que no se pagan, hoy, en ninguna otra
parte del mundo
abrir mercados de exportación para los bienes y servicios
uruguayos que se sumen a los ingresos por venta de commodities
entender que hace 60 años se sabe que la inversión que
genera ganancias de productividad se recupera en poco tiempo aunque inicialmente
aumente el déficit público.[iii]
dragar y mantener las entradas a Montevideo y Nueva Palmira
a la profundidad necesaria para los barcos de los próximos años,
reconocer la necesidad de que la inversión pública necesaria
debe hacerse con fondos privados retribuidos razonablemente como se hizo en el
siglo XIX y principios del XX;[iv]
definir esa inversión pública necesaria en dos subgrupos:
uno, la infraestructura social requerida para que se haga realidad la promesa
de buenos servicios públicos para los pobres: escuelas y liceos, hospitales y policlínicas,
seguridad ciudadana y cárceles adecuadas separadas para adultos y para jóvenes;
y, dos, los elementos de la infraestructura necesaria, desde las carreteras,
vías de ferrocarril y generación de energía hasta la reorganización del caótico
tránsito montevideano y su acumulación de basura.
[i] Porque hay quienes usan
esta expresión como un insulto, aclaro que la uso en el sentido del
Diccionario: son los que tienen tierra.
[ii] Esta información y mucha más sobre la
extranjerización producida durante los gobiernos “de izquierda” se encuentra en
Herrera y Berterretche, 2010, Uruguay:
El “modelo progresista”…Un país a la venta.
[iii] Alcanza con conocer, por
ejemplo, W. Arthur Lewis, 1954 “Economic Development with unlimited supplies of
labour”, Manchester School, que junto con obras semejantes sucesivas, le
valieron el Premio Nobel de Economía.
[iv]
No
exagero: hablo del puerto, la rambla de Montevideo,
los barrios de Reus, los emprendimientos de Piria, el Palacio Salvo…
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