lunes, 30 de enero de 2012

Migraciones e ingresos del trabajo

Cuando se creó el Instituto Rumbos en 2005 el objetivo explícito fue discutir públicamente temas que la sociedad uruguaya no discute, o discute mal, o discute poco. Muchos seminarios y publicaciones recientes muestran que bastante se ha avanzado en un lustro.
                Pero es conveniente agregar que –salvo cuando hay catástrofes, guerras, hambrunas y casos semejantes- el principal elemento que explica las migraciones es la búsqueda de mayor bienestar, una materia resuelta por dos economistas estadounidenses, John Harris[1] y Michael Todaro[2] en dos artículos publicados en 1969 y 1970 por la American Economic Review que se hicieron famosos bajo el nombre de “modelo Harris-Todaro” y no debería estar ausente de ningún programa de economía del desarrollo. El modelo es bien simple: supongamos que tengo 10 por ciento de desempleo y gano 1 peso por día trabajado; si el mes tiene 24 días hábiles, trabajo 90 por ciento de ellos, digamos 22 días, y gano 22 pesos al mes. En otro país el desempleo es 30 por ciento, se trabaja sólo 17 días al mes, pero si en vez de 1 peso al día pagan 2, se ganan 34 pesos al mes en vez de 22.
            Ese análisis explica por qué los jóvenes uruguayos siguieron migrando al mismo o mayor ritmo mientras la tasa de desempleo bajaba de 20 por ciento alrededor de 2003 hasta alrededor de 7 por ciento en 2008, migraron a España cuando la tasa de desempleo española superaba la uruguaya, y sólo dejaron de hacerlo cuando los echaron de los mercados de alto ingreso.
Por cierto, usar las cifras de salidas y entradas de uruguayos por el aeropuerto de Carrasco era razonable cuando los países de destino estaban en Europa o América del Norte. Decir que se revirtió la emigración usando datos actuales de esa fuente es un engaño, porque si hay emigración actual, como debería haberla, será a países vecinos a los que los chicos no se van en avión.
            Debería haberla, digo, porque lo que sí persevera a todos los niveles es que el trabajo uruguayo es de los más baratos del mundo cuando se usan tasas de cambio de razonable poder adquisitivo.
Por ejemplo, la Confederación Autónoma de Trabajadores de Chile comparó los salarios mínimos convirtiéndolos a dólares mediante el uso del tipo de cambio de paridad que calcula el Banco Mundial: en esa escala figuramos novenos entre los diez países de América del Sur, ganándole a Bolivia. En ese contexto, las expresiones del Presidente Mujica de “traer” trabajadores ecuatorianos o paraguayos, que ganan más que aquí, no soportan el menor test de sensatez.
            Al otro extremo de la escala, los médicos de atención privada con clínica propia que atienden a los ricos cobran en Sao Paulo o en Santiago de Chile unas seis veces más que aquí. Y para un nivel intermedio entre extremos, el taxista de Montevideo se queda con el 30 por ciento de producido del taxi, comparando con el 50 por ciento en Brasil o en Chile.[3]
            Entonces, ¿se van jóvenes de todo nivel al exterior? Sí, aunque muchos otros se quedan por arraigos personales, por vínculos de familia o por el temor al riesgo de emigrar. Muchos otros sí se van y si les pasa como a mí, para volver tendrían que aceptar ingresos de mucho menos de la mitad de lo que ganan afuera, o volver después de jubilarse.
Entiéndase que esto no es producto de la explotación: no hace falta sino pasar dos días en Punta del Este en verano para ver que “los ricos” uruguayos son unos pobretes comparados con los “verdaderos ricos”, brasileños, argentinos, chilenos o paraguayos.
            No es un tema de hiperexplotación sino de baja productividad. Y cuando tenemos una productividad baja, debida principalmente a la bajísima productividad del enorme y creciente sector público, preocuparse porque falta una política de inmigración es, con el debido respeto, una payasada.  



[1] John Harris, profesor de economía en Boston University, Director del African Studies Center y del African-American Issues Center. Fue de los primeros en darse cuenta, por sus trabajos empíricos en países africanos, de por qué las personas migraban de lugares de bajo desempleo –como las áreas rurales- a las urbanas donde el desempleo era mayor pero el ingreso laboral, mucho mayor.
[2] Michael Todaro, profesor de economía en New York University y miembro del Consejo Mundial de Población. Él y Harris explicaron la racionalidad de migrar desde lugares de desempleo bajo a otros de desempleo alto, cuando el diferencial de ingresos laborales más que compense la mayor probabilidad de soportar períodos de desempleo.
[3] En ambos casos el dato proviene de investigación propia, hecha in situ recientemente..

Para distribuir ingreso y riqueza

Recursos productivos y distribución del ingreso y la riqueza
Se sabe desde el siglo XIX que no es posible alterar en medida importante y permanente la distribución del ingreso a menos que cambie la distribución de los activos productivos. Los izquierdistas antiguos creían en la reforma agraria y muchos apuntaban también a los demás activos productivos: en el Chile de Allende se nacionalizaron las empresas del cobre, buena parte de las tierras y muchas empresas industriales y comerciales urbanas.
Como la reacción de los dueños originales de aquellos activos fue entre muy fuerte y salvaje, la izquierda ya no habla de expropiar sino que repite la receta de 1974 del Banco Mundial: salud, educación, impuesto a la renta, gasto social y empresas recuperadas..
Pero hace décadas que se sabe que así no se distribuye la renta, y menos la riqueza, porque los capitales emigran si se los grava pesadamente: los capitales son móviles mientras el trabajo es relativamente mucho más fijo. Por eso las tasas del IRPF que gravan el trabajo son más altas que las del IRAE que gravan la producción empresarial.
Para cambiar en el largo plazo y definitivamente la distribución del ingreso y la riqueza hay que cambiar el recurso productivo en que se basa el crecimiento económico, porque no es viable cambiar la propiedad del mismo.
Mientras sigamos exportando lo que sale de la tierra y los animales que crecen comiendo lo que sale de la tierra, seguiremos enriqueciendo a los dueños de la tierra. Si sube el precio de la soja o el trigo o la carne, o si las nuevas tecnologías permiten aumentar el rendimiento de cada hectárea de tierra, los dueños de la tierra ganan ingreso porque venden más y más caro, pero además se enriquecen porque sube el precio de la tierra.
Tenemos que especializarnos en exportar capacidad de trabajo de los uruguayos y así aprovechar que, a pesar de la estrategia gramsciana con que hace décadas se pudre la cabeza de los jóvenes, todavía tenemos niveles de capacitación laboral que superan los de casi todo el resto de este continente.
De ello se sigue que no es verdad que “los empresarios no encuentran mano de obra” para crecer. La encuentran, la preparan y la emplean cuando ven el negocio, como acaba de demostrar el sector agropecuario, cuyo salto tecnológico no tiene parangón en la historia económica del Uruguay. El campo saltó de ser lo atrasado a liderar el crecimiento de la productividad porque un núcleo de empresarios –muchos de ellos extranjeros- vieron el negocio y hoy el símbolo del campo no es el peón que arreaba vacas a caballo con un lazo y un perro sino un empleado que, guiado por GPS, siembra la combinación exacta de semilla y químicos, manejando una máquina que cuesta más de medio millón de dólares.
Los empresarios agropecuarios lo hicieron como se ha hecho siempre en todo el mundo: le dijeron al vendedor de la máquina “te la compro pero tenés que enseñarle a mi gente cómo usarla”. Y a esa gente preparada le pagan mucho mejor que antes, sea o no el empleado que conoce un GPS la misma persona humana que antes era peón de a caballo.
Del mismo modo, la hotelería no tuvo que pedirle a nadie que le formara el personal sino que vio el negocio y formó a su gente por sí misma a partir de conocimientos que los chicos traían de la Secundaria. Claro que si se sigue tratando de reducir la enseñanza del inglés y la computación y un dirigente de Secundaria quiere salirse de las PISA para compararse con Bolivia y Venezuela, se nos va a acabar la ventaja que tenemos.
Pero si podemos empezar a exportar trabajo y conocimientos de la gente antes que se destruya lo que queda de la calidad educativa uruguaya, estaremos dejando de exportar gente, como en las decenas de miles de jóvenes que han emigrado, y pasaremos a crecer exportando capacidad de la gente incorporada a bienes y servicios, de modo que esa capacidad será el recurso exportable principal.
Así sí se cambia la distribución, no sólo del ingreso sino de la riqueza.
Y además, como la capacidad de la gente es un recurso renovable, que puede crecer y perfeccionarse sin límites, no es pasible de oligopolización como sí lo es la tierra.
Claro que para tal cosa ocurra es necesario cambiar drásticamente la política de inserción externa, la monetaria-cambiaria, y la fiscal.
No es viable dejar que los precios de los commodities enriquezcan a los tradicionales dueños de la tierra y después pretender cambiar la distribución del ingreso con el impuesto a la renta y este otro engendro mal parido del impuesto a las grandes extensiones, especialmente cuando 95 por ciento de nuestra gente vive en las ciudades y no tiene empleos medianamente remunerados porque se produce en el campo todo lo que es valioso en este esquema decimonónico al que hemos vuelto.
En consecuencia, cada vez más gente urbana, aunque tenga trabajo, recibe ingresos insuficientes y se va a poblaciones marginales, porque con este esquema de crecimiento basado en la fertilidad de la tierra, faltan miles de empleos privados bien remunerados en las ciudades, donde vive casi toda la gente.

Pórtico

Durante más de un siglo, los colorados, con el apoyo crítico de los blancos, crearon un país que fue ejemplo mundial, lo cual admiro y les agradezco. Pero desde la segunda mitad de los Cincuenta, se generalizó el estúpido lema “la industria es inefishente” que hace 60 años va destruyendo el tejido social igualitario que fue viable mientras hubo empleo industrial relativamente bien pagado. Por eso, hoy esos dos partidos me resultan invotables.

 Más invotable aun el Frente Amplio que, al mantenimiento del mismo estúpido lema y sus consecuencias socio económicas de sociedad fracturada, agrega la mentira permanente, la ignorancia abismal y el progresivo atropello de los derechos individuales junto con el descaecimiento de la Constitución.

Me duele reconocer que el Partido Independiente, en el que milité con toda energía y mucha esperanza durante media docena de años, no muestra visos de saber cómo trascender su actual condición de partido testimonial.

 Por eso me declaro apártida y así se llama este instrumento de comunicación.