miércoles, 11 de septiembre de 2013

Para distribuir hay que cambiar el uso de los recursos


En 1969, sin terminar Ciencias Económicas tuve el descaro de postular a un curso de posgrado sobre temas económicos en Chile. Estuve ahí todo el año 70, me apasioné por la candidatura de Allende y de hecho salí a festejar por las calles el 4 de setiembre cuando ganó –claro, yo era de los que marchábamos por 18 y al llegar a Yaguarón gritábamos “ahí están/esos son/los que venden/la Nación!”, al pasar frente al diario El Día.[1]

En Chile, ese 71 fue un año de gloria izquierdista, con crecimiento, con reforma agraria, con toda clase de programas que prometían llevar al país a una mejor distribución del ingreso, con nacionalizaciones de empresas extranjeras –hasta el cobre de los yanquis a pesar de la Enmienda Hickenlooper!- y estatizaciones de empresas y bancos nacionales, con impuestos finalistas para la redistribución del ingreso y con gasto, mucho gasto, para revertir rápidamente la explotación y la miseria.

Ya en el 72 a los que mirábamos las cifras macroeconómicas nos empezó a entrar la duda porque eran grandes y crecientes la inflación y los déficit interno y externo. Un querido compatriota inauguró una revista de la OPP llamada Nueva Economía con un exordio en que explicó que la revista iba a mostrar que las limitaciones de que hablaban la teoría monetaria y la fiscal “neoclásicas” eran paparruchas y que la revista se creaba para demostrarlo.[2]

En el 73 hasta los más recalcitrantes nos dábamos cuenta que lo que estaba agotado era el modelo distributivista a ultranza que es una traducción al marxismo decimonónico de aquello que suena a monje medieval, de “haz el bien y no mires a quién”.

Al menos, Pedro Vuskovic y su equipo económico tenían claro que si no afectaban el acceso a recursos productivos, distribuir por la vía del ingreso y el gasto públicos era una utopía. Casi 40 años después, el Chile de hoy le da la razón: desde que se fue el pinochetismo, sucesivos gobiernos han hecho todo lo imaginable y más, para distribuir por la vía de cobrar impuestos y usarlos para beneficiar a los pobres. La distribución del ingreso en Chile no ha variado un ápice desde que se fue Pinochet hasta hoy, por mucho que les pese a los democristianos y a los socialistas e incluso a la derecha que va saliendo después de hacer esfuerzos igualmente genuinos y descaminados por cambiar la distribución del ingreso y el bienestar sin tocar nada que tenga que ver con el uso de los recursos productivos.[3]

Estoy abogando por volver a la reforma agraria, las nacionalizaciones y estatizaciones?

De ninguna manera, primero porque resulta que estaba ahí para ver cómo dejan de producir y se pierden los recursos productivos cuando falta el que sabía manejarlos. Y segundo porque en setiembre de 1973 los dueños primitivos de los recursos tuvieron su revancha tan efectiva como salvaje. Y sí, hubo intervención yanqui en apoyo de la reacción de parte de los antiguos dueños del poder y la riqueza. Pero a mediados del ´73 todos, dentro y fuera de la Unidad Popular, habíamos aprendido dos cosas: que los límites existen, y que la redistribución vía estatizaciones es inútil si no hay un cambio productivo viable hacia una economía con muchísimos más empleos de alta calidad.

Si no fuera porque eso lo sabían hasta los minifundistas y los que administraban un kiosquito, el pueblo chileno, que no es pusilánime, se habría alzado a defender “su revolución”. No pasó, ni hubo un baño de sangre, porque nacionales y extranjeros habíamos aprendido que la revolución y el cambio profundo no se hacen a gritos ni con eslóganes perimidos sino con trabajo serio a lo largo de un tiempo extenso.

Los Mil Días de Salvador Allende –tan admirable hombre como incompetente conductor- me enseñaron lo que no se puede hacer. Y que si por pedantes esquemas mentales uno insiste en hacerlo, será a costa del sufrimiento de los otros, de aquellos a quien uno dijo que iba a ayudar.

Entonces, ¿quedamos sujetos, como los gobiernos del Frente Amplio, a seguir cuatro de las cinco recomendaciones que hizo el Banco Mundial en 1974?

Veamos. Las recomendaciones eran: crezca aprovechando sus ventajas naturales, aumente mucho el gasto en salud y educación, elimine la indigencia y reduzca mucho la pobreza mediante subsidios monetarios y, si es políticamente necesario, distribuya activos productivos marginales.[4] La quinta era reduzca el crecimiento demográfico que no era aplicable al Uruguay ni siquiera en 1974 cuando se publicó el libro - en 1974, reitero!

Eso es exactamente lo que se ha hecho en estos casi diez años, porque los que no se dan cuenta que la justicia distributiva sólo puede venir del empleo productivo no tienen otra que seguir esas recomendaciones. Pero ellas no funcionan porque un país donde 95 por ciento de la gente vive en áreas urbanas no puede ofrecer empleos decentes a toda su gente si la producción altamente productiva de bienes transables es sólo agropecuaria.

No funcionan porque querer crecer y distribuir, sin tomar seriamente en cuenta la generación de empleos productivos y bien remunerados, no tiene futuro.

Y en un país pequeño como el nuestro el éxito exige crecer exportando trabajo de su gente junto, por supuesto, con lo que surge de la feracidad de sus tierras. Y ello sólo es posible si se produce un cambio radical en la política de inserción internacional, de inversión y de gasto público junto con la monetaria y fiscal.[5]

Prueba de que cojea  la receta bancomundialista “à la FA” es la situación del mercado de trabajo uruguayo en su mejor año, 2011.[6] Los daros provienen de una retabulación de los datos agregados por el INE para 2011, de la Encuesta Nacional de Hogares Ampliada.[7]

Número
Porcentaje
Ingreso promedio
Ingreso mediano
Asalariado público
236954
15,4
21341
18409
Asal priv emp gdes
348177
22,6
20236
15449
Miembro coop
2647
0,2
16920
13348
Asal priv emp medias
209277
13,6
15257
12450
CP con inversión
309179
20,1
12049
8000
Asal priv emp peq
383020
24,9
9172
8000
Prog soc de empleo
1999
0,1
5382
5240
CP sin local
46347
3,0
3843
2800
Empleo total
1537600
100,0
Desempleo
98000
Fuerza laboral
1635600

 

Como se ve en este cuadro, de poco más de un millón seiscientos mil personas activas[8], casi 800 mil están en una situación razonablemente buena –no son “diezmilpesistas”- que sin duda se asocia a estar sindicalizados y cubiertos por los acuerdos que se alcanzan en los Consejos de Salarios; de ellos, casi un tercio son los empleados públicos que en promedio ganan más que los asalariados de las grandes empresas. Pero atendamos a que los tres grupos de más alto ingreso –en el sentido de que su mediana está claramente arriba de los 10 mil pesos- son los empleados públicos o cooperativistas y los asalariados de las empresas mayores: casi 40 por ciento del total. La mitad de los asalariados privados de empresas medianas superan por muy poco la barrera de los 10 mil pesos.

Pero quedan fuera de protección, olvidados por los CC.SS., por el Ministerio de Trabajo, por todo el gobierno que ni los menciona y, en esencia, hasta por la oposición, los otros casi 840 mil que incluyen a los asalariados de empresas pequeñas, los ocupados por cuenta propia con o sin local, los beneficiarios de los programas sociales de empleo y los desempleados.

Esto, estimado lector, no es lo que yo llamo un mercado de trabajo deseable, y especialmente dado que se llega a él después de los mejores diez años de situación económica externa de que este economista setentón tenga memoria.

Ese mercado de trabajo indeseable es lo que produce los resultados desastrosos que reveló el Censo de 2011 en materia de insatisfacción de necesidades básicas.

El Gobierno puede jactarse de haber casi eliminado la indigencia y reducido mucho la pobreza pero solo si se las mide por el ingreso de la semana de referencia de la encuesta, ingreso que incluye las dádivas del Mides.

Pero esas dádivas no cambian que a esa familia “ya no pobre” se le llueve el techo, tiene “luhelétrica” sólo colgándose de la red, no tiene saneamiento y muy probablemente accede a agua corriente solo yendo con baldes a la única canilla del asentamiento. Ni hablar de seguridad, salud y educación.




[1] Me fue tan bien en el curso que a mediados del 71 estaba de vuelta en Chile, empleado por la Organización Internacional del Trabajo en el área del empleo y, más importante, de los ingresos que el trabajo procuraba. Ahí empecé a aprender  lo que aquí señalo.
[2] Aún no se había incorporado en América Latina el término neoliberal pero en ese entonces,  decir neoclásico era ese mismo insulto.
[3] El período pinochetista había sido de gran concentración y se reía posible revertir eso en poco tiempo.
[4] IBRD & IDS Sussex, Redistribution with growth, 1974, Oxford University Press.
[5] J. Mezzera, “Crecer exportando trabajo uruguayo”, Voces 398, 15 de agosto de 2013
[6] Como sabemos, ya en 2012 comenzaron a notarse los efectos de una reducción en los precios de las exportaciones primarias.
[7] Ésta es una de las dos o tres mejores encuestas de hogares de las Américas.
[8] Llamamos “activos” a quienes tienen trabajo o lo están buscando activamente.

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