miércoles, 1 de febrero de 2012

Caumont y Mezzera, un solo corazón

La evidencia condena al Mercosur
Jorge Caumont
En 1991 se firmó el Tratado de Asunción por el que se creó el Mercosur. Han pasado más de 20 años y el saldo, como desde entonces muchos alertamos, no ha sido muy favorable para los intereses de los países menores. Paraguay y Uruguay fueron los invitados de último momento, por compromiso, y los que han sufrido más en sus corrientes comerciales por la desviación de comercio que implica el pertenecer al grupo. Una evaluación de los resultados, por más simple que sea, permite llegar a esa conclusión y tomar otros rumbos para que la política comercial sea otro fundamento de un crecimiento económico sostenido. El comercio exterior es fundamental para un país pequeño y de baja población que incluso, según se supo, tiende a declinar.

LOS DATOS. Desde 1991, año en el que los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay decidieran crear el organismo de integración comercial, hasta la fecha, las exportaciones de Uruguay a Argentina se multiplicaron por 3,3 en términos nominales mientras que las importaciones lo hicieron por 6,9. El déficit comercial con Argentina se multiplicó por 14.

En el caso del comercio con Brasil, desde la fundación del Mercosur, nuestras exportaciones se multiplicaron por 4,2 y las importaciones provenientes desde el socio mayor por 5,7. De un equilibrio comercial en 1991 se pasó a un déficit que en 2011 se ubicaría en no menos de 800 millones de dólares.

En ambos casos, nuestros dos socios más importantes han resultado más favorecidos que nuestro país. Ese resultado favorable es incluso más relevante cuando se consideran los montos sobre los que se calcula la multiplicación, siendo impresionante en el caso de Argentina.

            POCO PROGRESO. Es indudable el escaso progreso que nuestro país ha tenido por pertenecer al grupo en relación con el que ha tenido cada uno de los socios comentados. Basta señalar que en los 20 años de vigencia, las exportaciones a países de fuera de la región se multiplicaron por 7,8 y pasaron a representar del 45% del total al 72% hoy. No obstante, la consigna ha sido desde hace ya un tiempo considerable, el bregar infructuosamente, por un "más y mejor Mercosur" en detrimento de un comercio externo relativamente más abierto al mundo. Nuestro país se ha visto inhibido en numerosos casos de acceder a destinos para nuestras exportaciones de manera más abierta. No se ha podido ingresar en acuerdos comerciales con países hoy discriminados por el denominado arancel externo común, desarrollados o no, que implícitamente concede un margen arancelario preferencial a Argentina y a Brasil.

Ese margen preferencial es el que genera la denominada desviación de comercio. En la medida en que importar el mismo producto desde los países de la zona y hacerlo desde terceros países cuesta más en el segundo caso por tener los importadores que pagar un arancel más alto, le brinda a nuestros socios una ventaja competitiva no menor al 20% sobre el precio CIF del producto importado y mucho más sobre el valor agregado en el producto.

En consecuencia, ello genera dos efectos no deseados que en 20 años han provocado un esfuerzo de todos los uruguayos significativamente alto. En primer lugar, los uruguayos importamos ineficiencia al pagar más por lo que se podría comprar en el exterior a un precio menor. El margen de preferencia es lo que implícitamente estimula esa compra de ineficiencia en productos de la región. En segundo lugar, y también un efecto considerable en los 20 años transcurridos, es la pérdida de recaudación que tiene la Aduana uruguaya al desviarse el comercio importador desde el resto del mundo a un comercio importador de la zona. Por las importaciones desde Argentina y desde Brasil, la institución aduanera no cobra aranceles mientras que si no hubiese desviación de comercio por el margen de preferencia, las importaciones desde el resto del mundo tributarían el arancel o, al menos, parte del mismo.

HOY ES PEOR. El margen de preferencia hoy no es suficiente para Argentina y para Brasil. El optimismo de las autoridades uruguayas tras cada reunión en el Mercosur de los primeros mandatarios de la región por promesas de cambio de los gobiernos vecinos, se ve siempre y de inmediato a esas reuniones, defraudado por la realidad. Argentina impone barreras no arancelarias al comercio importador tanto de países no pertenecientes al grupo como de países que integran el grupo. Y con el Gobierno brasileño ocurre lo mismo. Aunque no deberían, estos países imponen barreras no arancelarias a las exportaciones de Uruguay con efectos equivalentes a altos aranceles. Es conocido el caso del presente, de la presión que ejerce la Argentina sobre importadores del vecino país de productos uruguayos dilatando licencias de importación, exigiendo un intercambio compensado o con barreras por el estilo. En el caso de Brasil, las barreras son también conocidas y hasta sofisticadas cuando se acude, por ejemplo, a cuestionar las ventas uruguayas a ese país por el origen de la materia prima, casi siempre bien evaluado y declarado por el organismo pertinente uruguayo.

Por si fuera poco, se apunta a una protección adicional para ciertas producciones al reclamarse, siempre por parte de los países mayores, aumentar el margen de preferencia, el arancel externo común, sobre un centenar de productos.

OPTIMISMO INFUNDADO. En la última reunión del Mercosur celebrada en Montevideo, en ocasión de la cual el Gobierno uruguayo entregara la presidencia transitoria del organismo a la Argentina, la Presidenta brasileña apoyó la solicitud uruguaya de evitar las restricciones no arancelarias y además, fuera de actas, incitó a que se concedieran los pedidos de nuestro Gobierno. El optimismo desbordó a la delegación compatriota que, tan solo un par de días después, vio como se sofisticaba la protección no arancelaria del país mayor.

En 20 años del Tratado poco se ha intentado en materia de política comercial externa y se han tolerado muchos desplantes y violaciones por parte de nuestros socios mayores. Se mantiene una alta barrera arancelaria sobre importaciones de terceros países y se intenta aumentarla; se impide el beneficio que nos traerían acuerdos de libre comercio con países desarrollados; siguiendo a los socios mayores se acuerda con países con los cuales es difícil que nuestro comercio exportador progrese o simplemente por razones políticas se desea incluir a otros con los cuales es aún más difícil lograr la no alcanzada aún, armonización de políticas macroeconómicas, y se sigue temiendo que por salirnos del Mercosur perderemos buena parte de nuestros exportaciones de mercaderías, no de servicios, en amenazada franca expansión.

Ante la multiplicación de obstáculos que se imponen a nuestras exportaciones a la zona, tal vez sea el momento de intentar una apertura mayor que, en el mediano plazo, daría frutos más sabrosos que el mantenernos en la sociedad comercial actual.

Y por los mismos días, yo escribÍ:
Lindo mercosur… pa´dirse

Todos los que alguna vez miramos el tema de comercio exterior sabemos que no hay nada peor que atarse a un mercado, por rentable que parezca en el corto plazo.
Lo que nos ocurre en el Mercosur debe ser el mejor ejemplo, si bien en una discusión internacional nos dirían que más zonzo que atarse a un mercado es atarse a un mercado manejado con desvergüenza.
El gobierno de la Argentina nos agrede cuanto puede, por sí mismo o usando a algún Sarkozy, ante lo cual, del gobierno de Brasil podemos esperar… la más perfecta indiferencia. Separo los gobiernos de la gente de ambos países. Y separo también la realidad de lo que los voceros del Gobierno le cuentan a la gente: la declaración del gobierno brasileño sobre la sarkoziada fue que “Dilma Rousseff transmitió al presidente Mujica la inconformidad de Brasil con declaraciones de ciertos dirigentes que puedan dar margen en el tratamiento del tema tributario a estigmatización indebida de países".
Cuando Mujica dijo que “tenemos que andar en el estribo de Brasil”, se confesó impotente y por eso nos tratan con desprecio, reflejado en el mote de “enano llorón”.
Esta maldad lo dice todo:

Por eso hay que irse del Mercosur.
Es cierto que habrá quienes pierdan exportaciones de ésas que dependen de la buena voluntad de si te aplican un impuestazo súbito o si te lo quitan si peregrinas a Itamaraty a llorar bien fuerte. Y no hay forma de que cese el castigo si la agresión es argentina, como pasó con Motociclo, con los puentes, con el “corralito”, con el entierro del dragado del canal de Martín García, con los verticalazos de Moreno de “no compren importado”, con las limitaciones a las compras de dólares… “Hasta cuándo, Catilina?”
El Uruguay no puede seguir funcionando con la lógica de los que sólo saben exportar si les dan ventajitas y entonces viven pendientes de si se las quitan o no.
Necesitamos desarrollar –con apoyo estatal inteligente como por cierto hizo el Brasil hace algunos años- empresas capaces de lograr ganancias de productividad que las hagan competitivas en cualquier parte del mundo, y así crear empleos bien pagados.
Pero tienen que ser empresas con dignidad y respeto por sí mismas, por su país y por su gente, no mendicantes que quieran andar en el estribo de alguien sino que salgan a enfrentar al mercado mundial, ajustando internamente lo que hay que ajustar, que es lo que estos dos gobiernos han terminado de desajustar.




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