domingo, 3 de marzo de 2013

Lo que importa es el ingreso-En Obra, de la APPCU

Estimado señor Director:
Si Su Excelencia me lo acepta, quiero discutir dos temas sobre los que la sociedad uruguaya opina mal, engañada por los gobernantes y con la complicidad –bastante ingenua, las más de las veces- de parte de la prensa. Dos tropiezos típicos del analista uruguayo de hoy tienen que ver con el mercado de trabajo y con el manejo macroeconómico..
El primer tropiezo es que no se toma en cuenta que el mercado de trabajo tiene una dimensión cuya trascendencia supera en mucho el nivel de la tasa de desempleo: esa dimensión es el ingreso que generan los empleos.[1]
En la Edad Media todas las familias eran muy pobres y por tanto todos sus miembros estaban en los campos trabajando porque el producto del lavoro de cada uno era necesario para poner comida en la mesa: el desempleo era cero porque la productividad y en consecuencia los ingresos eran mínimos. Respetando las diferencias que imponen los siglos y la productividad intrínseca de nuestra tierra, puedo decir que la situación de nuestro campo allá por los años ’40 tenía también la característica de que la baja productividad del trabajo imponía que todo el mundo estuviera trabajando y se sabía que el desempleo rural era tan bajo que ni siquiera se lo medía.
Por cierto, todos los programas anti pobreza de hoy derivan del que diseñó Paulo Renato Souza, mi ex colega de la OIT, cuando fue Ministro de Educación durante las dos Presidencias de F.H. Cardoso en el Brasil.  El Ministro reconoció el fenómeno que describo y ofreció a los campesinos “25 reales al mes” para compensar la productividad “perdida en el trabajo” por cada niño que demostrara que había concurrido regularmente a clases. La matrícula escolar aumentó en 4 millones de niños rurales a un costo de alrededor de 0.1 por ciento del PBI, una bicoca para tamaño resultado. El éxito del programa se basó en reconocer que todos los niños trabajaban y que el costo de sacarlos de la tierra para mandarlos a la escuela era muy bajo por la escasa productividad de la mano de obra (especialmente de un niño en edad escolar).
Guardadas las debidas distancias, eso mismo pasa en el Uruguay de hoy: hay poco desempleo no porque “estamos muy bien” sino porque la gente gana muy mal.
No puede ser sorpresa que entre los trabajadores resaltan los asalariados públicos, el 14 por ciento del total, que son quienes mejor ganan con una media de 21 mil pesos y una mediana de 18 mil.[2]
Los asalariados del sector privado, más del doble en número -29 por ciento- les siguen con un promedio de ingreso mensual de algo como 15 mil pesos y una mediana de 11 mil  –hete aquí a los famosos diezmilpesistas, porque el término se acuñó el año pasado cuando los precios eran 10 por ciento inferiores a los de hoy. O sea que ya tenemos un 14,5% de nuestros trabajadores ganando del orden de 10 mil pesos por mes, y por tanto lejos de “vivir cómodamente”.
Pero el problema más serio son los trabajadores por cuenta propia, aun los que tienen local propio y/u otra inversión, que son el 22 por ciento de todos los trabajadores y ganan en media 10980 pesos mensuales con una mediana de 7300 pesos.
Éstos son los pobres, y ni este gobierno “de izquierda” ni la oposición mueven un dedo por ellos porque no se dan cuenta que la tasa de desempleo es baja porque la gente es pobre. Entre un tercio y el 40 por ciento de los trabajadores[3] ganan poquísimo y entonces todos los miembros de la familia tienen que generar algún ingreso: la mayoría de estos trabajadores pobres trabaja en pequeños comercios y tiendas de servicios ganando poquísimo y con cero posibilidades de progreso, mientras otros hacen malabares en las esquinas, se prostituyen o le piden al MIDES, recogen basura o salen a robar.
Es que el aumento de ingresos que trae una mayor escolaridad es casi nulo. Por ejemplo, para asalariados en empresas pequeñas, pasar de “sin instrucción” a “estudios terciarios completos o incompletos” rinde apenas 358 pesos mensuales por año de estudios![4], y de hecho cuando se pasa de, por ejemplo “primaria completa” a “secundaria primer ciclo incompleto” el ingreso baja. 
Estudiar en este mercado de trabajo rinde recién cuando se llega a la vecindad del título universitario, porque recién en ese momento el ingreso aumenta perceptiblemente.
Mucho se habla del “extraño fenómeno” de los “Ni-Ni”; estos datos, disponibles para cualquiera en la página web del INE, muestran que esos jóvenes son completamente racionales porque estudiar no vale nada si uno no tiene el respaldo familiar (incluyendo el nivel cultural de la familia, además del nivel económico) como para poder llegar a ser profesional universitario. Entonces, dicen esos chicos, ¿voy a pelarme el traste estudiando y aguantando programas de estudio absurdos, profesores mediocres que faltan dos por tres, baños inusables, bibliotecas y laboratorios inexistentes, goteras en los techos y vidrios rotos en las ventanas, frío en invierno y calor en verano, todo eso para que me sigan pagando la misma miseria que me ofrecen hoy?
Toda la discusión sobre la importancia de la educación para el desarrollo es virtualmente inútil e irrelevante en la medida en que el mercado de trabajo no remunera la educación – de lo cual se dan cuenta muchos de los chicos, más perspicaces que los doctores que tanto disertan.[5]
Eso sólo va a cambiar cuando este país que se especializa en exportar lo que sale de la tierra y por tanto remunera al dueño de la tierra y al que invierte en ella, se convierta en uno que exporta la capacidad de trabajo de los uruguayos.
Ello implica una revolución en las políticas económicas –salarial, fiscal, cambiaria y de relacionamiento internacional. No puedo entrar en ellas porque no lo admite el espacio generosamente ofrecido pero además porque quiero escribir sobre el segundo tropiezo usual en el Uruguay que consiste en creer y decir que la política macroeconómica de estos dos gobiernos frentistas ha sido buena.
La verdad es que ha sido calamitosa.
Tuvieron la situación externa más favorable de que se tenga memoria y la malgastaron en ampliar el gasto público en contrataciones y aumentos de sueldos y en una serie de escándalos, algunos de los cuales no fue posible esconder de tan caros que fueron, como el de los Casinos y el más reciente de Pluna.
Un equipo económico con un mínimo de competencia y honestidad habría dedicado la bonanza a pagar deuda, habría generado superávits fiscales grandes y crecientes, habría puesto en marcha los PPP en serio de manera que la inversión pública se haga con dinero privado que pague por el puerto de Montevideo, su canal de entrada, y el Martín García dragados a 40 pies, que pague por el ferrocarril, por las carreteras, por la electricidad… todo esto se paga directamente con peajes y demás. Pero para esos temas vitales donde no cabe el peaje –educación, salud, seguridad- hay además soluciones obvias como pagar con Bonos del Tesoro u obligaciones cotizables en Bolsa para hacer que el dinero privado que entró y fue a construir monumentos a lo no transable como son los shopping malls y edificios de lujo en zonas costeras, hubiera financiado las escuelas, los dispensarios, los hospitales, las cárceles…[6]
Este equipo económico nos deja, al final del período externo, reitero, más favorable de la historia, con más deuda de la que teníamos en 2004, sin inversión que permita ganar productividad, con inflación cada vez menos controlable, con tal falta de cultura económica e imaginación que lo único que se les ocurre es subir la tasa de interés sabiendo que harán menos competitivo al país entero para que los ricos sigan comprando Eau d´Ecosse para ponerle al whisky de 18 años y la clase media baja compre motitos chinas.
Un cordial y caliente abrazo veraniego de
Jaime Mezzera


[1] Es muy obvio que nadie trabaja “por tener trabajo” sino “por obtener ingreso”.
[2] Todos tenemos derecho a haber olvidado que la mediana es aquel número por debajo del cual queda la mitad del total de casos. La otra mitad está por encima de ese número, naturalmente. Entre los asalariados públicos es pequeña la diferencia entre promedio y mediana. La mayoría de ellos gana más o menos lo mismo, unos 16 a 20 mil pesos..
[3] El 14.5% que viene de los asalariados privados por debajo de la mediana más este 22 por ciento de trabajadores por su cuenta: 36.5%.
[4] Para asalariados en empresas medianas y grandes, el aumento es de unos 650 pesos por mes por año de estudios.
[5] Costó apenas 600 dólares retrabajar la Encuesta de Hogares para sacar todos estos datos que están ahí disponibles en la página web del INE para que los use cualquiera que sepa usar las herramientas de análisis de datos.
[6] Toda esta inversión en lujos no transables sólo hizo ahondar la diferencia entre “al Sur de Avenida Italia” y el resto.

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